La magia del café
'Hay cosas que parecen mágicas', explica Miquel Aparici ante uno de sus cuadros. 'Formentera, por ejemplo. Fui a la isla a finales de 1998 y, a la vuelta, me entretuve un día dibujando una lagartija con los restos de una taza de café. Lo hacía con ayuda de una cuchara, para poder verter bien el líquido sobre el papel. ¿Por qué dibujé una lagartija? Pues porque en Formentera hay muchas. Las hay de distintos colores y diferentes formas. Las ves a menudo. La cuestión es que dibujé aquella lagartija casi sin proponérmelo, y un amigo me dijo que estaba muy bien. Llegué a casa, me encerré en la cocina y estuve dibujando varias horas sin parar. Lagartijas, hormigas, insectos. No es que me obsesionen los insectos, pero es lo que me salía. Siempre con café. Se lo enseñé al dibujante Cesc y me dijo: 'Me gusta. No pares'. Otro amigo pintor, Enric Cormezana, se entusiasmó con los dibujos y me llevó a ver a un galerista de Barcelona. Al hombre le gustó lo que hacía y me preguntó a cuánto vendía los dibujos. Le dije que no tenía ni idea, que ni había pensado en venderlos. 'Cuándo sepas el precio, vuelve', me contestó. Volví al cabo de unos días y monté mi primera exposición. Fue muy bien. Luego, casi sin darme cuenta, vino la exposición en Nueva York y ahora la de la sala René Metras. Estoy como en una nube, casi sin creérmelo'.
Le fascinan los insectos y es un consumidor compulsivo de café. De las dos aficiones nació el arte de Miquel Aparici que expone en la René Metras
Miquel Aparici tiene 37 años y es director de arte de la revista El Jueves. Siempre ha tenido buenos dibujantes a su alrededor y por eso le daba apuro ponerse a dibujar. 'Veía que eran mucho mejores que yo', comenta, 'y esto me frenaba'. Hasta que un día hizo una especie de viaje iniciático a Formentera y volvió tocado por la magia del café. 'Soy bebedor de café y espero que el médico no me lo quite', sonríe. 'El café me ha ayudado mucho. He probado a pintar con cortado, con café con hielo, de todos modos, pero sólo va bien con café-café. Tiene la ventaja de que la mancha no se degrada con el tiempo. Para las zonas más oscuras, utilizo azúcar, y eso sí que lo trato para que dure'.
El resultado del trabajo de Aparici está expuesto hasta finales de abril, bajo el título de Zoo imaginario, en la René Metras. Son unos dibujos con sabor a siglo XVIII que parecen arrancados del álbum de un naturalista inglés. En ellos aparecen lagartijas, hormigas y todo tipo de insectos voladores. El sueño de cualquier naturalista. Con una magia especial que quién sabe si viene de la isla de Formentera o del mismo café. En la exposición también pueden contemplarse esculturas que son, en cierto modo, la evolución natural de los dibujos. Con mucho alambre y con piezas de desguace, Aparici ha dado vida a curiosos insectos que parecen acechar a los visitantes de la galería. 'Voy a los Encantes y recojo objetos que me atraen', cuenta Aparici. 'Los tengo todos en una habitación y voy probando de ensamblarlos hasta que veo que doy con la forma de un insecto'. Todo vale para sus esculturas. Un par de coladores pueden convertirse en los ojos de una libélula o en la cabeza de una mantis, y una horma de zapato con un tenedor clavado en una punta y una máquina de rapar en la otra da vida a un nuevo insecto made in Aparici. 'Una señora vino no hace mucho a la galería y me comentó que tenía una fábrica textil abandonada con muchos objetos tirados de los que a mí me gustan. Pienso ir un día de éstos', comenta Aparici con la ilusión reflejada en el rostro ante la perspectiva de un nuevo territorio por descubrir. Con un poco de arte y mucho alambre, ya debe imaginarse una nueva serie de insectos a punto de nacer.
'Lo de la exposición en Nueva York fue toda una experiencia. Fui allí para trabajar en 1998 y aproveché una tarde libre para pasearme por el Soho. Entraba en las galerías con un catálogo de mis dibujos y lo enseñaba junto con un papel en inglés en el que se decía quién era y que me gustaría hacer una exposición. Era como uno de esos sordomudos que reparten papeles por las mesas de los bares. Tuve suerte, ya que a unos galeristas, los Belenky Brothers, les gustó lo que hacía y me organizaron una exposición en el Soho. No está mal. No hacía ni un año que había empezado a hacer dibujos con la cuchara y el café y ya exponía en Nueva York. En el 2000 presenté una exposición en Alemania, en Friburgo, y ahora la René Metras. Todo va muy bien, pero no sé cuánto durará'.
A pesar de los elogios y de las exposiciones que se suceden, Miquel Aparici es de los que están con los pies en el suelo y se resiste a creer lo que le está pasando. Los animales de su Zoo imaginario parecen observarlo con una mirada de simpatía. Nada que ver con los escarabajos de Kafka ni con los monstruos de ciencia ficción. Son animales amables, esculturas o dibujos de aire divertido y muy originales. Vamos a tomar algo a un bar cercano -él toma un café, por supuesto- y por un momento tengo la impresión de que se pondrá a dibujar una hormiga sobre el mantel de papel. Pero no. Ahora se trata tan sólo de beber un café y hablar. 'El papel que va bien es el Canson, de Guarro, que chupa muy bien la tinta', precisa con aire de experto. 'En los otros papeles se desparrama el café y no consigues dibujar nada'. Le pregunto si ha probado con otros líquidos y sonríe: 'Probé con coca-cola, pero no fue bien. Imagínate si me llega a salir. Ya me veo con el patrocinio de la Coca-Cola exponiendo en todo el mundo'. Quizá como consuelo, una marca de café le ha regalado a Aparici unos paquetes de café caducado para que los utilice como si fuera pintura -'qué cosas tienen esos artistas', debieron de pensar los del departamento de mercadotenia- y una cafetera para que obsequie a los visitantes de la galería. La magia del café está sin duda en el ambiente.
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