Vergüenza fronteriza en Gibraltar
Me permito la licencia de dirigirme a EL PAÍS y denominar mi escrito como 'Vergüenza fronteriza' porque así creo que lo es para muchos ciudadanos de este lado de la Verja, y por los muchos turistas que nos visitan, y no siendo una frontera, o al menos así creo que no está considerada por las autoridades españolas, sí se producen situaciones que parecen demostrar lo contrario, pero además son situaciones de una frontera tercermundista, no sólo por el aspecto y estado de sus instalaciones, sino por circunstancias y vivencias que en ella concurren.
Por razones meramente familiares frecuento asiduamente la localidad de La Línea de la Concepción, enclave geográfico y climático privilegiado, bajo mi modesto criterio, ciudad que cuenta con un porcentaje importante de población que es trabajadora, hospitalaria, alegre, cariñosa y donde se pueden hacer grandes amigos, y que ha mejorado en los últimos tiempos tanto en su aspecto como en seguridad ciudadana (loable labor de su Policía Local), y en otros tantos aspectos, por lo que este conjunto de cosas hace que sea un lugar de los más agradables de nuestra querida Andalucía, no sólo para visitar sino para vivir.
Sin embargo he podido presenciar en más de una ocasión (ya que se produce a diario) el lamentable espectáculo que ofrecen grupos de personas, en su mayoría jóvenes y, a veces, otros no tan jóvenes, que no tienen (porque no quieren) otra ocupación que el contrabando masificado de tabaco a través de toda la alambrada que separa el territorio gibraltareño con el término municipal de La Línea, y en connivencia con personas al otro lado de la misma, y ante la pasividad o permisividad de las autoridades de Gibraltar (gran recurso económico, entre otros, para ellos).
Estos hechos, que se producen a lo largo de prácticamente todo el día y gran parte de la noche, desbordan al escasísimo contingente de personal que la Guardia Civil despliega en la zona (desconozco el volumen de personal que este Benemérito instituto puede utilizar para impedir esta sangría económica para el Estado), pero desde todo punto es intolerable la pasividad de las autoridades españolas, ya sean Ministerio de Hacienda, Ministerio del Interior o quién corresponda, para atajar este grave problema y dotar de personal y los medios necesarios a la por mí 'admirada' Guardia Civil para poder combatir esta lacra.
Los únicos que hacen algo son los 'pobres' guardias civiles que realizan de manera esporádica vigilancia a lo largo de toda la alambrada, sufriendo gran cantidad de insultos durante sus intervenciones tratando de aprehender el contrabando, insultos que harían levantarse a un muerto, además de sufrir por parte de estos maleantes contrabandistas, y desde ambos lados de la susodicha alambrada, continuas y salvajes agresiones por grupos de individuos mediante lanzamientos de piedras, botellas, etcétera. Produciéndose en muchas ocasiones persecuciones por parte de los guardias civiles a individuos que, con pequeñas motos, retiran las bolsas conteniendo cartones de tabaco que les lanzan desde el otro lado de la alambrada. Espectáculo éste no sólo deprimente, sino que es arriesgado para quienes lo hacen y para los demás ciudadanos que transitamos por el entorno.-
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