Misterios camino de Mungia
Astarloa roba el liderato a Rebellin por puntos mientras la supuesta etapa reina queda resuelta en una llegada masiva
Vuelta al País Vasco 2001. Segunda etapa. Kilómetros recorridos: 293; disputados, 38. Sobran 255, entre pedaleados allegro y simplemente paseados. Florecen los misterios en la prueba vasca: ¿Por qué maltrata el pelotón una etapa a priori interesante, con seis puertos en el menú? ¿De qué le sirve al Euskaltel ocupar los cinco primeros puestos en el alto de Sollube? ¿Qué táctica observan los de Julián Gorospe? y Roscioli, ¿cuándo enloqueció?
No hubo nada de nada a rueda de la sudada de Lara y Roscioli, los fugados destinados a no encontrarse, o a desencontrarse de forma abrupta. Ni siquiera el trabajo funcionarial que se le supone al equipo que defendía el maillot de líder de Rebellin. El Liquigas dejó hacer, entre otras cosas porque nadie vio nada que emprender, lo que explica la hora de retraso en la meta de Mungia, que acogió una llegada masiva. El guión de la etapa sonrió al Mapei, que mantiene intacta su capacidad organizativa y su olfato para ganar. Esta vez, de la mano de Zanini, un tipo con planta y aspecto de leñador brutote pero admirado por su carácter dócil cuando viste de calle. Zanini repite éxito en la prueba vasca (es su cuarta victoria) y en el territorio, y aprovecha que es tiempo de clásicas, su terreno de expresión predilecto y el que le ha permitido hacerse un nombre en el ciclismo (ganó la Amstel Gold Race en 1996 y ese mismo año vistió la maglia rosa en el Giro). A falta de velocistas, Zanini aprovechó la invitación de sus compañeros de equipo, se estudió la morfología de la llegada y puso a funcionar sus muslos. Muy fácil para él.
Su ejemplo contrasta con el del Euskaltel, definitivamente necesitado de un curso de fina estrategia. Cinco de sus corredores comandaron en fila india el pelotón en el alto de Sollube: Del Olmo, Bingen Fernández, Etxeberria, Martínez y Chaurreau. La exhibición resultó gratuita, por inocua. El escenario (un puerto de Primera) invitaba a algo más que a un esfuerzo para la foto. Pero el Euskaltel, señalado de forma unánime como el bloque más poderoso, pasó por Sollube mirando hacia otro lado. No se sabe buscando qué, pero en todo caso no una llegada numerosa donde su presencia se circunscribe a la de espectador. Así que prefirió atacar sin ton ni son en breves repechos antes que en Sollube, uno de los escasos puertos interesantes de esta vuelta. Y volvió a aumentar su imagen de conjunto descoordinado.
La ley del mínimo esfuerzo también interesó al resto de aspirantes a la victoria final. Sólo Boogerd se asomó un momento para plegar velas de inmediato. La etapa nació cansina sin razón aparente, se animó a ultimísima hora pero satisfizo a pocos. Quizá sólo al ganador y a Igor Astarloa, nuevo líder de la prueba gracias a los puntos. Segundo el lunes, tercero ayer, el ermuatarra ha hecho de su concurso una cuestión de honor. Igor Astarloa corre aparentemente solo, sin compañeros de equipo a la vista, pero así, tan desarropado, ha logrado el primer distintivo de líder de su corta carrera. La novedad ilustra sobre la tenacidad de un ciclista formado en Italia y menospreciado en España. Sobre el devenir de la carrera no hay conjetura que valga. El Mercatone de Astarloa deberá decidir si le renta defender a su inopinado jefe de filas; el resto se mirará en el conjunto italiano para ponerse las pilas o para ponérselas en el lugar apropiado. Entre tanto, menuda etapa reina.
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