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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Eutanasia holandesa

El Senado holandés dio ayer su visto bueno a la ley reguladora de la eutanasia activa, aprobada por la Cámara baja hace escasamente cuatro meses. Se trata del último control legislativo, antes de su entrada en vigor, a una norma que, sin duda, es pionera no sólo en Europa, sino en el mundo. La ley legaliza la eutanasia en el caso de enfermos terminales con dolores insoportables sin perspectiva de mejora alguna y que hayan expresado clara y repetidamente su voluntad de morir, incluso con antelación a la enfermedad, y todo ello siempre que esté refrendada por dos facultativos.

La norma no es enteramente nueva, pues desde 1993 se admitía en los Países Bajos una especie de eximente de responsablidad penal, verificada por los jueces a posteriori, para los médicos que practicasen la eutanasia en condiciones semejantes a las ahora establecidas. Pero la regulación aporta mayores garantías a enfermos y médicos: se hace más transparente la libre voluntad del paciente y se delimita mejor el marco legal de actuación de quienes, de una u otra forma, colaboran en su decisión.

Como contrapartida de las mayores garantías jurídicas, se extrema la vigilancia para evitar los abusos. Comisiones integradas por juristas, médicos y especialistas en ética examinarán si cada caso concreto se ha realizado de acuerdo con la ley. Fuera de ella, la práctica de la eutanasia puede acarrear al médico 12 años de cárcel si participa activamente en la muerte del paciente, y tres si le procura los medios para acabar con su vida. Se trata de evitar dos riesgos posibles en situaciones humanamente dolorosas y médicamente irreversibles: que el médico o los familiares del paciente influyan en su decisión y que los sistemas sanitarios tiendan a ahorrar gastos induciendo a enfermos terminales a recurrir a la eutanasia.

La fórmula holandesa conjura esos peligros y abre el camino de una nueva legalidad -una exploración siempre arriesgada pero moralmente valiente- que no dejará de influir en las soluciones que otros Estados, incluido el nuestro, deberán dar muy pronto a una cuestión cada vez más acuciante en los países desarrollados.

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