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La justicia paraguaya indemniza al recluso más antiguo de Latinoamérica, preso 25 años por un crimen que no cometió

La justicia paraguaya resolvió otorgar una indemnización equivalente a dos millones de dólares al capitán Modesto Napoleón Ortigoza, quien estuvo confinado durante 25 años por un asesinato que no cometió. Es el fin de una larga lucha del capitán, quien desde que regresó al país, poco después de la caída del general Alfredo Stroessner (1954-1989), se ha dedicado a limpiar su nombre.

Nadie hubiese pensado que este hombre de aire bondadoso y mirada distraída fue una vez el preso más antiguo de toda América Latina. Ortigoza, quien proviene de una familia militar, se graduó el primero de su promoción en la Escuela Militar a los 16 años, , pero la que se auguraba como una brillante carrera militar fue truncada cuando fue arrestado el 17 de diciembre de 1962, a los treinta años. Se lo acusaba de la muerte del cadete Alberto Anastasio Benítez. En realidad, el único delito de Ortigoza había sido servir al coronel Sixto Duré Franco, quien dos años antes había intentado levantar a las tropas contra Stroessner.

Durante los siguientes 25 años Ortigoza apenas vería la luz del sol desde las rendijas de una pequeña celda de 2x1 metros. Solo se le permitía la visita de sus familiares y representantes de organizaciones internacionales de derechos humanos. 'Si mi familia me hubiese abandonado, hoy no estaría vivo', dijo a EL PAÍS. 'Una vez se olvidaron de alimentarme por una semana. Creían que me había ido', recuerda. ¿Cómo mantuvo su espíritu en alto los años que estuvo en prisión? Ortigoza soñaba con la libertad para poder demostrar su inocencia.

Los guardias tenían prohibido hablarle, él tenía prohibido entablar conversaciones, incluso escribir. Recuperar el habla y la hilación de pensamientos fue la parte más difícil para Ortigoza quien desde entonces ha seguido estudiando y ha obtenido una maestría en Ciencias Políticas

Según el testimonio de Ortigoza, Stroessner se habría ensañado con él porque no había aceptado su oferta de ser exonerado a cambio de un acto de sumisión. En 1980 fue trasladado a la Guardia de seguridad y siete años más tarde se lo confinó en San Estanislao, un pueblo del interior. Poco después fue puesto bajo arresto domiciliario donde supo por los diarios que el fiscal general del Estado había anunciado su libertad. ¿Qué fue lo primero que hizo? 'Salir a caminar', dice, 'pero mi libertad no duró ni cinco minutos, porque tan pronto puse los pies en la calle un policía trató de impedirmelo y le dí un feroz golpe. ¡Era tanta la rabia acumulada a lo largo de 25 años!'

Tras el incidente Ortigoza se vio obligado a escapar a la residencia del embajador colombiano. Pidió asilo político a España donde estuvo hasta 1990, cuando volvió a Paraguay decidido a limpiar su nombre. Fue exonerado por la Corte Suprema de justicia el 31 de diciembre de 1996 y recuperó su rango de capitán de caballería militar en 1998.

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