Un prestigio retocado

La Vuelta al País Vasco se anuncia y promociona siempre de la misma forma: 'Los mejores ciclistas del mundo para la mejor afición del mundo'. La afirmación contiene cierto truco, no obstante. Ni se discute el pedigrí de la afición ni el palmarés de los ciclistas seleccionados, pero nadie es capaz de controlar la motivación de los actores, y menos en una época de obsesionada especialización, la que convierte en terreno de entrenamiento pruebas que no merecen serlo.

En esta ocasión están Casagrande, Rebellin, Boogerd, tres que han crecido en pruebas cortas como la ronda vasca, y deberían haber acudido Pantani y Ulrrich, que ayer se excusaron confusamente. No faltarán ilustres conocidos, como Garzelli, Olano o Zulle, como Escartín o Vandenbroucke. Pero sí se ha ausentado el alemán Kloden, último ganador de la prueba, ahora en pésima forma. Su ejemplo quizá interese a Darío Frigo, decidido a repetir actuaciones de aspecto irrepetible: empalmar una victoría en la París-Niza con otra en la ronda vasca. La mayoría de estos no volverá a encontrarse hasta julio, durante el Tour. Cuando llegue la cita francesa tampoco serán los mismos. Tampoco está claro que el equipo de moda, el Euskaltel, sea el mismo dentro de unos meses, ni que dispute el Tour, su obsesión.

La Vuelta al País Vasco sigue siendo una prueba tan espectacular como prestigiosa, más por la inercia alcanzada por la organización que por los atractivos que ésta propone para honrar al aficionado. A la hora de la verdad, las fechas de la vuelta (demasiado alejada del Tour y próxima del Giro) impiden que la nómina de estrellas pase de la simple figuración: a Ullrich sólo le interesa el Tour; Garzelli, Pantani y, presumiblemente, Casagrande piensan más en llegar a tono al Giro que en exhibirse en las carreteras vascas, lo que reduce considerablemente la lista de 'los mejores ciclistas del mundo'. Quizá conscientes de esta realidad, o para acomodarse a las tendencias que acompañan al ciclismo, la organización propone un recorrido capaz de delatar a displicentes y cortos de forma. Las cinco etapas, diseñadas para estimular el ciclismo de ataque -escaso kilometraje y una sucesión de puertos de montaña-, han perdido el tradicional final en alto pero multiplican las llegadas apuradas, justo después del descenso de un puerto.

El Euskaltel se presenta como el equipo más interesado en brillar desde la salida. Su mutación le obliga. Ahora es un aspirante a disputar el Tour, también el equipo de casa y, sobre todo, un grupo capaz de pesar en las carreras que disputa. Sagasti concedió aquí a este equipo la primera victoria de su existencia, en 1994. Entonces, el gesto tuvo mucho de milagro. Puestos a exhibir un apellido, Euskaltel se agrupa tras Alberto Martínez, segundo en el Criterium Internacional. Sin embargo, Euskaltel sorprende sobre todo por la calidad de su bloque, sólo necesitado de un ganador nato.