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Tribuna:APUNTES
Tribuna
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¿Qué es eso de la autonomía universitaria?

En estos días se habla mucho de autonomía universitaria. Las recientes propuestas de los gobiernos central o regional (más o menos discutibles..., ésa es otra cuestión) son rechazadas porque parecen atentar contra el sagrado principio constitucional de la autonomía universitaria. Veamos que hay detrás de este concepto. Una institución pública es autónoma cuando organiza sus actividades internas con criterios independientes de los de la administración del Estado. La autonomía es simplemente una manera de organizar un servicio publico para servir mejor a los ciudadanos. Puede ser una buena manera de organizar servicios complejos como son las universidades (yo, personalmente, creo que es así), pero puede haber otros modos alternativos perfectamente válidos. Las universidades francesas o las alemanas, por ejemplo, no son autónomas, y no son ni peores ni menos democráticas que las nuestras.

En España, la autonomía universitaria llegó tras el final de la dictadura, lo que ha generado un frecuente error: pensar que autonomía universitaria y democracia política van unidas. Nada más lejos de la realidad. Sólo las universidades anglosajonas han sido siempre autónomas. De hecho, las universidades españolas fueron autónomas antes que las de otros países europeos de larga tradición democrática. Las constituciones de España, Italia y Grecia son las únicas constituciones europeas que garantizan la autonomía de las universidades (por cierto, ni en Grecia, ni apenas en Italia, la autonomía se ha convertido en una realidad). Las tres constituciones tienen otra cosa en común: fueron elaboradas al final de dictaduras que atacaron las libertades académicas. Este hecho explica el 'error' de estas constituciones. El error es confundir la libertad académica (la libertad de pensamiento, de enseñanza y de investigación dentro de las universidades) con la autonomía universitaria. La primera es un principio sagrado respetado en todos los países democráticos. La segunda es simplemente un modelo organizatívo. Un magistrado del Tribunal Constitucional, en su voto particular a una sentencia sobre la autonomía universitaria, señalaba con razón: '...me cuesta aceptar como norma constitucional una forma de organización de un servicio público'. En resumen, constitucional o no, no es razonable sacralizar la idea de autonomía universitaria. Insisto: es una forma de organizar un servicio público (quizá la más adecuada) pero... ¡nada más!

Aclarado que eso de la autonomía no es algo tan 'serio' como algunos creen, queda otro aspecto mucho más peliagudo: ¿cómo se ejerce esta autonomía en los países cuyas universidades son autónomas?, ¿implica el autogobierno de los universitarios? Adoptemos una aproximación empírica para responder a estas cuestiones. Observemos qué sucede en los países anglosajones, los únicos con tradición de autonomía. En estos países, la autonomía nace de un contrato social bajo las siguientes premisas: a) la sociedad, como legítima propietaria de la institución, fija los objetivos, su estructura básica, sufraga parte de los costes y nombra a los responsables de la institución; b) la sociedad concede que las universidades se organicen internamente como crean apropiado para mejor conseguir los fines que les han sido establecidos, y c) la sociedad no ejerce el control sobre las instituciones a través del Estado, sino mediante organismos intermedios de representación plural. En ningún caso, en los países democráticos en donde las universidades son plenamente autónomas, existe autogobierno universitario, ni los rectores ni otros cargos son elegidos por la comunidad universitaria, ni la gestión es ejercida por los profesores. No me parece casualidad que esas universidades sean, en conjunto, las mejores del mundo. En la Europa continental (Francia, Alemania, Italia) se mantienen las prerrogativas de los académicos, pero es pura apariencia, ya que en esos países el 'poder de verdad' lo sigue detentando el Estado.

Y en España, ¿qué es lo que tenemos? Un extraño híbrido, hijo de la confusión de ideas y las posturas corporativas y acomodaticias de los profesores universitarios. Hemos conseguido convencer de que la autonomía es una cosa sagrada que merecemos por lo importante de nuestro trabajo (¿por qué no la sanidad?, ¿o la educación secundaria?). Además, hemos convencido de que esta autonomía es sinónimo de autogobierno, y de que los propietarios (la sociedad en su conjunto) nos deben financiar sin pedirnos nada concreto a cambio, ni inmiscuirse en como nosotros llevamos este negocio. Hay que reconocer que los universitarios somos 'listos'. O quizá es que la sociedad no ha sido capaz o no ha querido ejercer el control que debía sobre sus propias instituciones.

En estos momentos, cuando la sociedad, representada por sus gobiernos, parece empezar a reaccionar para poner en vereda a este hijo maleducado que entre todos hemos criado, no es decente utilizar una concepción errónea de la autonomía universitaria como escudo protector para impedir el único cambio urgente que necesita la universidad actual: convertirse en una institución socialmente responsable. Queridos colegas: sed tan críticos como queráis. Ese es nuestro derecho y hasta nuestro deber. Utilizad todos los argumentos intelectuales que queráis para defender vuestras posturas, pero, por favor, no actuéis como villanos de película medieval usurpando la propiedad de las universidades públicas a sus legítimos propietarios: los ciudadanos.

José Ginés Mora es miembro del Comité Directivo de la Red Europea para la Garantía de la Calidad Universitaria de la UE.

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