La reprimenda de Fidalgo
'Resulta asombroso que el secretario de comunicación de CC OO de Euskadi, José Luis Ruiz, se permita en el primer párrafo de su nota de prensa realizar un juicio de intenciones falaz, más propio de un adversario político que de un dirigente de la misma organización. Afirmar que la 'declaración sitúa a una serie de partidos políticos democráticos en la sospecha de connivencia con la violencia' es una falsedad, que debería resultar obvia para cualquiera que leyera la declaración con un mínimo de serenidad'. Este párrafo resume la indignación contenida en la carta que José María Fidalgo, secretario general de CC OO, envió a Josu Onaindi, secretario en Euskadi, y a todas las organizaciones de la confederación sindical, el pasado 30 de marzo. La misiva es la respuesta a la nota de prensa que dos días antes emitió CC OO de Euskadi, desmarcándose de la declaración por la libertad y contra el terrorismo firmada por los cuatro principales sindicatos franceses y por UGT y CC OO. El motivo invocado fue su discrepancia con el apartado en el que se le pedía a ELA que rompiera sus lazos con organizaciones (en alusión a LAB) que no condenan la violencia terrorista.
La carta de Fidalgo pide silencio hasta que se mantega un reunión entre las dos ejecutivas, pero en el camino recrimina sobre el daño hecho al 'acervo común de los sindicatos democráticos europeos' y de la propia CC OO. El secretario general recuerda también que Onaindi había participado y pactado el texto que ahora critica y que su aportación había supuesto la retirada de cualquier mención a 'ELA y al nacionalismo excluyente'.
'Sorprendente e injustificable'. Las palabras de Fidalgo definen la propia nota de prensa y cómo se elaboró. Onaindi y Pedro Gómez, del metal, se encontraban en Santander, lejos del lugar donde se difunde el comunicado, Bilbao. En la capital vizcaína estaban Ruiz y el secretario de organización, Federico García. Las especulaciones sobre si Onaindi quería buscarse un coartada han recorrido el sindicato la última semana. La realidad es que nadie advirtió a la dirección en Madrid de la postura contraria de la organización de Euskadi. El único indicio fue que Ruiz se negó a facilitar una traducción al euskera.
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