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Columna
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Bicoca lee 'La Razón'

Elvira Lindo

En mi casa tienen la idea de que yo me encuentro tanto famoso en la calle porque no se me cae la casa encima, pero yo estoy empezando a pensar que hay alguien superior allá arriba (¿Dios?) que maneja los hilos para que las semanas en que yo he decidido no dar ni chapa los famosos me surjan en los lugares más inopinados. Estaba yo en mi clase de yoga-chikun haciendo el saludo al sol (un poco la postura del culo en pompa), en un momento superespiritual, cuando viendo el trasero del compañero que saludaba al sol delante de mí, pensé: 'Qué buen trasero'. Dirán ustedes: 'Esta mujer no pierde comba ni en los momentos espirituales'. Aquel hermoso trasero tenía un rostro, el de Luis Merlo, que se está tomando un tiempo de meditación antes de volver a los escenarios con Maribel Verdú. Y es que en esas clases nos encontramos las personas que tenemos inquietudes trascendentales, como Bicoca del Fresno. ¡Son tantas las personas que me dan recuerdos para Bicoca! Por ejemplo, María Galiana, que en la presentación de una novela llamada Sefarad corrió hacia mí para decirme que a ver si le presento a la Del Fresno.

A Bicoca le halaga salir en estos artículos (aunque lee La Razón) y que mis amigos actores se acuerden de ella, aunque dice que ella no va a ver ni mis películas, ni Solas, ni otras por el estilo, porque están llenas de pobres y no tiene tiempo de sufrir. Pero Bicoca no es una superficial, ella piensa que el chikun no es suficiente en nuestro camino hacia la espiritualidad y se ha apuntado a la escuela del doctor Wagner Allegretti, que da unos cursillos acelerados para hacer viajes astrales, cosa que encuentro bastante interesante de cara a la Semana Santa, que es un asco cómo se pone el espacio aéreo. Bicoca me dijo: ¿te apuntas? Yo me dejé tentar. Algo que hay que hacer cuando se tiene un santo tan casero. Lo curioso es que estabámos por la noche viendo la tele y ¿qué reportaje aparece en un programa de paranormalidad?: La escuela del doctor Allegretti. Mi santo, que no estaba al tanto de mis inquietudes espirituales, levantó un momento los ojos del libro The german trauma y me dijo: '¿Quiénes serán los cretinos que se dejen engañar por esto?'. Yo pensé: Bicoca del Fresno y Lindurri, pero no lo dije, porque ya sé que la fórmula de la estabilidad es tener una vida secreta. He de decir que cuando le sugerí a mi santo que sería estupendo tener la capacidad de hacer viajes astrales a la hora de la promoción de un libro, se quedó como contemplando dicha posibilidad, y a lo mejor estudiando secretamente visitar al doctor Allegretti. De la misma forma, Savater me comentaba hace poco que espera que en no mucho tiempo se haga realidad la clonación humana para mandar a unos savateres clónicos a cócteles, presentaciones y otros sitios aún más peligrosos.

A mí me hubiera gustado mandar una clónica a la conferencia de Bernard Pivot, una clónica mucho más valiente que yo, que al oír eso que dijo Pivot de que el mejor escritor español era uno que escribía en francés (Semprún, con todos mis respetos), hubiera tenido el arrojo de soltarle: 'Don Pivot, como chiste es discutible (o como boutade, que diría Daniel Ducret) llegar de invitado a España para alabar sólo al amigo de uno, pero eso no se corresponde a la imagen que usted quiere dar, de alma independiente, que ni se deja vestir por modistas para salir en su programa, ni quiere presentar libros, ni ser crítico. Lea usted, don Pivot, Rabos de Lagartija, que sin estar escrito en francés también tiene lo suyo'. Pero, como soy cobarde y no tengo clónica, pasé de ver a Pivot. Ni falta que me importa. Sí que me encontré, en cambio, y con mucho regocijo, a Rafael Azcona, al que resultaría difícil clonar porque es único en su género, y que anda en estos días haciendo unos ejercicios muy raros por las esquinas, porque se cayó en la calle en su empeño de llegar el primero a la temporada primavera-verano de El Corte Inglés y anda con el brazo en cabestrillo. De pronto, te lo encuentras agachado y haciendo unas cosas extravagantes con sus extremidades superiores; un poco el saludo al sol, pero sin intenciones espirituales. Si lo ven, no se preocupen, no es que haya perdido la cabeza, es que él hace su rehabilitación cuando se acuerda, y donde le pille le ha pillado. De la misma forma que hubo una época en que todos los famosillos tomboleros llevaban collarín, nuestra clase intelectual se está cayendo de la forma más tonta. Serán los astros, o será que alguien allá arriba (¿Dios?) está decidiendo castigarlos. Incluso mi asesor moral, Rodríguez Rivero (por su columna en Babelia / famoso en el mundo entero) se ha estampado contra el suelo. No sé si con el fin de verle las piernas a una señorita que pasaba, porque los intelectuales sufren a veces una regresión infantil; el caso es que también anda cojo. Mi santo y yo nos acordábamos el otro día con nostalgia de un momento insólito que vivimos: saliendo un día de la casa de Francisco Nieva vimos cómo se caían desde el primer piso dos cuerpos enormes, difíciles de clonar, como son el del propio Nieva y el de Gimferrer, con sus abrigotes, sombreros, bastones, cayéndose a cámara lenta y despidiendo sus complementos por el aire, como Hernández y Fernández. Y mi santo y yo sin poder remediar esa catástrofe cultural, que fue a dar a nuestros pies. Les ayudamos a levantarse y encima sin reírnos. Digo yo que eso tiene un mérito.

Digo que esto de la caída del intelectual es un poco como la fiebre aftosa, se extiende sin remedio; también Guelbenzu anda con un tirón de ciática, Juan Cruz se refugia en el shiatsu, a Fernando Delgado le han puesto grapas. ¿Casualidad o conjunción de los astros? Mi mismo santo estuvo a punto ayer de darse de morros al entrar en el ascensor porque iba leyendo la revista Entiendes y se enteró de que Kim Bassinger acaba de salir del armario. Menos mal que yo iba al quite y le paré el golpe, pero lo que no pude evitarle fue la depresión. Es un santo, pero tiene tentaciones. Kim Bassinger era una de ellas.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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