El Bach más intenso
La cita anual con la obra capital de Bach corrió esta vez a cargo de Roger Norrington y la Orquesta del Siglo de las Luces, cuya versión con instrumentos originales no careció en absoluto de intensidad emotiva. Norrington supo andar con conocimiento y calma hacia el clímax del Gólgota (Eli, Eli, lama sabachtani!), rebajando después la tensión en la despedida, ya tras la muerte de Jesús (núm 62 al 68). Atendió al colorido, al fraseo y al texto: las humildes líneas de Henrici (conocido con el sedónimo de Picander) no se obviaron en función de un contenido que va más allá de lo estrictamente religioso. Porque ir más lejos no significa olvidar todo lo inmediato que un protestante convencido como Bach pudo encontrar en esas efusiones. Inmediatez buscada por el propio compositor al combinar el texto de Picander con los -para él sagrados- escritos evangélicos.
La Pasión según San Mateo
Orchestra and Choir of the Age of Enlightenment. Roger Norrington, director. Mark Padmore y Andrew Foster, solistas. Palau de la Música. 2 de abril.
Hubiera sido deseable, quizás, una mayor separación física entre los dos coros y las dos orquestas, concebidas por Bach para la Thomaskirche de Leipzig. Esa duplicación no sólo proporciona a la partitura los efectos de estereofonía propios de la tradición veneciana, sino que sirve para intensificar el dramatismo, utilizando la ubicación diferenciada como un aditamento al contrapunto. Ligado íntimamante a la expresividad lacerante de esta obra, debe subrayarse la importancia que tiene el tratamiento de las interpelaciones y las respuestas que el coro da a los solistas. Los intérpretes necesitan trascender lo que es la tradición del último barroco y ubicarse más allá, en un punto donde la intensidad -y hasta la furia- del sentimiento religioso barren cualquier coordenada de espacio, tiempo y estilo. Cabría indicar que estuvieron muy logradas las intervenciones del coro en los números 27a y 27b, o las que apremian a Pilatos para que libere a Barrabás y crucifique a Cristo (números 45 a 50). No tanto el Wohin? y el Wo? Del núm 60, a los que faltó énfasis y casi pasaron desapercibidos.
Los oboes se escucharon sobrevalorados en muchas de sus intervenciones, pero, en conjunto, los instrumentistas tradujeron con suma corrección la partitura. Mención aparte merece el coro, con un empaste y un fraseo modélico, excepción hecha del Kommt, ihr Töchter inicial. En cuanto a los solistas, quizás el mejor elogio que pueda hacerse de Mark Padmore (el Evangelista) es decir que fue un narrador ejemplar: supo contar una historia (que dura tres horas) emocionando siempre. Le dio cumplida respuesta Andrew Foster-Williams (Jesús). Del resto, extraídos del coro, destacaría la contralto que hizo el Ach Golgatha, donde su voz encontró el fuste y la seguridad que le habían faltado en el tremendo Erbarme dich. Gustó mucho la violinista que interpretó los solos en este aria. No tanto la que tuvo a su cargo, junto al bajo, el Gebt mir meinen Jesum wieder! Pero su discutible sonido no impidió percibir los abundantes ecos de Vivaldi usados por Bach sin empacho alguno. La viola da gamba, por último, tuvo intervenciones muy logradas.
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