_
_
_
_
_
perfil

SANTIAGO SEGURA

El actor, compositor, 'showman', cineasta, guionista y ahora también productor saborea la miel del éxito y el dinero con 'Torrente 2', su nueva incursión en el universo del farsante grasiento y fascista

Abstemio, adicto al dulce, hijo enamorado de su madre, licenciado en Bellas Artes por Madrid, nacido en el barrio de Carabanchel hace 35 años, Santiago Segura es uno de esos tipos nacidos para triunfar. En lo que fuera. Dotado de un aspecto lamentable y de un talento especial para el dibujo, la sátira, la imitación, el encanto, el sarcasmo, la ambición, la amistad, el dinero, la fama, el espectáculo, la imagen, la promoción, el humor y el sexo -o quizá la carencia absoluta de sexo-, Segura ha creado un personaje público muy definido y reconocible que en sólo cuatro o cinco años se ha metido en el corazón de la gente y se ha convertido en una especie de fenómeno sociológico alternativo, en un modelo corrosivo, escatológico, salido, disparatado y lúcido a la vez que, por muy bestia o cutre que se pueda poner, finalmente resulta siempre mucho menos pornográfico que ese famoseo torpe, gritón y sin talento que nos bombardea estupidez desde los programas de la tele o las revistas.

Segura es sobre todo un héroe para los jóvenes, un campeón de la subversión moderna, casi un líder para mucha gente menor de 40 años que aprecia su frescura atrevida, su natural facilidad para decir la verdad en cualquier situación, su ingenio indiscutible para defenderse en público, su generosidad parabólica con los marginados y los minusválidos, su afición por los freaks y tal vez también ese españolismo sincero de hombre bruto en el buen sentido de la palabra que suele desplegar.

Segura es un castizo, un hombre que habla deprisa y claro, un showman nato que se ríe de sí mismo, un comunicador genial que se expresa con enorme facilidad y riqueza, y al mismo tiempo parece un niño malo y grande que combina un look tan desaliñado como digno de conmiseración con un inmenso poder para conectar a la primera con la mirada rápida de esas generaciones nacidas en lo visual, el cómic, el ordenador o los videojuegos, pero también, por misterioso que parezca, con esos otros que, siendo menos visuales, están ya hartos de literatura o de cine conformista y plano, mentiroso y alejado de la realidad, sin gracia ni aventuras, sin secundarios ni espíritu crítico.

Pero quizá todo esto no explique a conciencia la magnitud del éxito de Santiago Segura, un éxito que se mide en cifras astronómicas.

¿Quién iba a pensar que ese chaval que a los 14 años filmó su primera película y que en 1989 hizo su primer corto con 7.000 pesetas (Relatos de la medianoche) iba a lograr que su primer largo, la baratísima Torrente (1998) batiera todas las marcas de taquilla del cine español, recaudara 1.925 millones de pesetas y obtuviera tres millones de espectadores?

Bueno, alguien lo hizo. El productor Andrés Vicente Gómez, hombre clave de la meteórica e intensa carrera de cineasta de Segura. Gómez arriesgó 250 millones de pesetas en aquel proyecto. Ganó unos 1.700 millones.

Ahora llega la secuela, Torrente 2, y Segura se las ha arreglado para convencer a Gómez de repartir los beneficios. El director renuncia a su sueldo y entra a coproducir la película con su 'empresilla', Amiguetes Entertainment.

El único reto, según repite Segura todo el tiempo, no es tanto ganar más dinero (que también: él siempre quiso ser rico, tener una casa de 200 metros, seis mucamas y seis mayordomos) como competir dignamente con el cine de entretenimiento americano y volver a hacer sonreír, reír y carcajearse a esa enorme masa que va al cine 'a comer palomitas y pasarlo bien'.

Si no lo logra, Segura no tiene problemas: promete aniquilar al personaje que le consagró, matar a ese ex madero grasiento, casposo, ignorante, franquista, racista, cobarde, explotador de minusválidos y oligofrénicos diversos y seguidor (inadecuado) del Atlético de Madrid (Segura parece olvidar lo que sufre un colchonero, y Torrente es feliz como un merengue bobo).

De momento, las primeras críticas no se parecen a las que recibió Torrente. Algunos hablan de absurda parodia de las películas de James Bond; otros, de una mera sucesión de gags parecida a un especial de Nochevieja en televisión, muchos coinciden en destacar que Segura ha perdido el ácido espíritu azconiano y berlanguiano que mostró en su primer intento para acercarse peligrosamente a las zafias cavernas de Mariano Ozores.

Pero el caso es que Misión en Marbella se estrenó el viernes en 300 salas de toda España, una cifra reservada en exclusiva a las películas estadounidenses de más tirón como Gladiador o Los ángeles de Charlie, dos ejemplos de los que suele hablar Segura para cachondearse del cine made in USA.

Y si a eso se suma que la campaña de promoción y prensa está siendo brillante -los hits son el eslogan puesto durante el España-Francia ('Torrente 2-Francia, 0'); la apuesta que Segura cruzó con Javier Sardá en Crónicas marcianas para bajar de 111 kilos a 89 (ha ganado él: Sardá se rapará el pelo), y la genial rueda de prensa que el director concedió en Madrid el día de la presentación, es fácil suponer que el pelotazo es más que probable.

Si eso sucediera, el pragmático antifascista Santiago Segura,ex Bolinga Rumenigge (así le llamaban en el colegio porque era gordito como una bola y protestón como el rubio y fino futbolista alemán) amenaza con repetir con una segunda secuela.

No debería extrañar a nadie. Al fin y al cabo, José Luis Torrente será siempre el sello de este hombre inteligente, excesivo y versátil, actor de una vis cómica inimitable, roedor de estirpe valleinclanesca que vuelve locos a niños, adolescentes, críticos sesudos y públicos de todas partes, incluyendo parajes tan poco torrentianos, en teoría, como Brasil, Hungría o Canadá.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_