Hambre y religión
Misericordia es una novela que Galdós publicó en 1897: la consideró como "novela contemporánea", y lo era. Alfredo Mañas hizo una versión para teatro: se estrenó en el Teatro Nacional María Guerrero en 1971, dirigida por José Luis Alonso. Mañas ha muerto recientemente, y José Luis Alonso murió hace diez años. La dieron entonces una actualidad importante. Canseco ha dirigido esta reposición con un sentido de respeto por sus creadores, y en su homenaje. Algunos actores de los que la representaron entonces están otra vez: María Fernanda D'Ocón, en el papel protagonista, Benina. Falta otro actor fundamental, Bódalo, que hizo el papel del ciego Almudena.
Han sido 30 años demoledores para el teatro español. No sólo por quienes ya no están, sino porque aquel gran teatro no pudo tener continuidad. Se advierte desde que se levanta el telón, y un grupo brechtiano, o como de los dibujos del Genovés de entonces, está inmóvil: un grupo de mendigos, de gentes de los bajos fondos. Bajo unas nubes amenazantes, de suburbio, que creó Mampaso: luego se descubrirá un semicírculo de madera que será la base del escenario: una especie de plaza donde sucede la tragedia.
El tema inmediatamente visible es el hambre, el del país devastado, la mala España, o el mal Madrid: los mendigos frente al oratorio de Caballero de Gracia, en una zona ahora absorbida por la ciudad de lujo y trampa. Los protagonistas han ido perdiendo el derecho de ciudad. El hambre no es aquélla, ni la de 1971, pero para el que la pasa en las chabolas es la misma.
El segundo tema, que en la época de Galdós era primordial, es el de la religión. En todo Galdós está presente esa lucha contra una religión dominante, rica: creadora de pobres. Fue maltratado por ello. No sólo por el clero, sino que más tarde los intelectuales nuevos del siglo le despreciarían sin darse cuenta de su grandeza de novelista, no inferior a la de Gorki o a Tolstoi. Aún tienen herederos que le desdeñan. Su pecado estaba en su popularidad y su enormes ventas. Pero esta obra es religiosa.Frente a la Iglesia del poder, al sacerdote falsario, a la señora , la pobre Benina es una santa. No ve nadie esa santidad excepto el ciego: un gran personaje galdosiano. Le llaman el moro: en esa versión, el rezo de Almudena tiene palabras de las tres religiones monoteístas, judías, musulmanas, cristianas; y se santigua como un católico. La ironía de que este ciego ecuménico sea el único que vea la realidad está acentuada por Mañas y Alonso; y por la presencia de unos ángeles de guardarropía. Y por el final de la novela, que dice Benina: "vete a tu casa y no vuelvas a pecar". Son palabras de Jesús, según san Juan: las que le dice a la pecadora. Puede que tuviera más fuerza esta cuestión religiosa en 1971, en tiempos de la Iglesia triunfante.
El trabajo de Mañas y Alonso sobre la gran novela es, naturalmente, reductor: no cabe toda en dos horas. Y los guiños de los dos enriquecen y dan fuerza al sentido social: el impulso religioso o la contradicción aparece sobre todo como un problema de clases. Los ricos y los pobres. No sé si el público, muy numeroso y muy entusiasta en la representación del jueves, a la que asistí, tienen alguna idea de las historias del ojo de la aguja y de quién será el reino de los cielos. Hoy es insostenible.
Babelia
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