Tilos, buitres y soledades
Una sencilla senda botánica invita a conocer la garganta que ha labrado el Guadiela en la sierra de Cuenca
Dicen los pastores de Cuenca, entre veras y burlas, que bastaría cambiar cuatro piedras de sitio para que los ríos que nacen en esta sierra mudaran su curso hacia uno u otro mar. En este estribo meridional del sistema Ibérico, donde se tocan Cuenca, Guadalajara y Teruel, brotan en un palmo el Júcar, el Guadalaviar, el Cabriel, el Tajo, el Cuervo, el Escabas y el Guadiela. Los tres primeros marchan para el Mediterráneo y el resto para el Atlántico. ¡Qué bien estuvo el poeta que llamó a esta serranía Rosa de los Ríos! ¡Y cuánto mejor la naturaleza que, sin ayuda de aizkolaris ni planes hidrológicos, supo mover las piedras justas y trazar los canales necesarios para distribuir equitativamente estas abundosas aguas!
Para canal bien hecho, la hoz que el Guadiela traza al poco de nacer, una de las más profundas y boscosas de la sierra. Camino del mar de su elección, el río ha ido labrando durante siglos en la roca caliza esta garganta abismal, poblada por tilos seculares, buitres y soledades. La carretera que baja de Beteta a Cañizares la surca en toda su longitud, ofreciendo a los conductores una visión completa, aunque quizá demasiado fugaz, de la misma. Más interesante es adentrarse a pie por la hoz siguiendo un sendero botánico de algo menos de dos kilómetros y una hora escasa de duración que la recorre desde el puente de Tablas hasta la fuente de los Tilos.
Visita obligada antes de emprender la marcha por la hoz es la propia Beteta, la capital del alto Guadiela. Poblada desde los tiempos de los arévacos (que llegaron a estos montes huyendo de Numancia después del infausto sitio y de que sus tierras fueran vendidas por los romanos a los pelendones), la anciana Vétera tiene hoy una multitud de 500 habitantes, una bonita plaza balconada, una fea gasolinera y un pequeño hotel con encanto: Los Tilos. En un cerro sobre Beteta yacen las ruinas del castillo de Rochafría, alcázar árabe que fue propiedad del nigromante Enrique de Aragón y cuartel del carlista Cabrera, El Tigre del Maestrazgo, al que nada nos cuesta imaginar oteando la vega de Beteta, ensangrentada de rojas mimbreras, en los desesperanzados crepúsculos de su generalato. Pero como sólo queda en pie la torre del homenaje, la verdad, no merece la pena subir, salvo que queramos ir calentando piernas.
El paseo botánico se inicia en el kilómetro 47,6 de la carretera CM-210, a seis largos de Beteta, y es una angosta vereda que se introduce en el bosque para ir a cruzar el Guadiela por el pequeño puente de Tablas. El camino acompaña al río aguas abajo: aguas frías, oxigenadas y cristalinas en las que proliferan las truchas y se miran los sauces y los álamos temblones de los ribazos. Y así es como, al poco de andar, se llega junto a unos paneles -suponiendo que los vándalos no los hayan destruido, cosa que ya ha sucedido en más de una ocasión- que informan de la riqueza vegetal de la hoz: pino laricio, arlo, avellano, acebo, boj, tilo, tejo, sabina...
El itinerario prosigue sin pérdida posible al pie del acantilado, donde se descubren rarezas como la grasilla, planta carnívora que atrapa a los insectos segregando una sustancia viscosa; miradores desde los que se avista, allá en la orilla contraria, la mole caliza de la Peña del Castillo, en la que anidan alimoches y buitres leonados; espesas avellanedas, fuentes como la del Fresno y, ya al final del recorrido, la de los Tilos. Y tilos son, precisamente, los árboles más memorables de la hoz, por su talla -hasta 35 metros-, su longevidad -pueden vivir más de mil años-, sus grandes hojas en forma de corazón y sus flores que hacen que junio huela a miel. Junto a la fuente hay una central hidroeléctrica que alimenta a la cercana fábrica de carburo de Vadillos.
Ciertamente, la roca caliza necesaria para hacer carburo no falta en esta sierra; una sierra que, además de en hoces, es pródiga en cuevas, simas y otros pasatiempos de espeleólogos. Mamá naturaleza es tremendamente previsora.
Una hora de primavera
- Dónde. Beteta dista 195 kilómetros de Madrid. Se va por la carretera de Barcelona (N-II) hasta Guadalajara y por la N-320 (dirección Cuenca) hasta Cañaveras, para luego seguir las indicaciones hacia Villaconejos de Trabaque, Priego, Cañamares, Cañizares y Beteta. Antes de llegar a Beteta, en el kilómetro 47,6 de la CM-210, se halla el puente de Tablas. El paseo puede hacerse también al revés, empezando a caminar aguas arriba desde el puente que hay junto a la fuente de los Tilos, en el kilómetro 46 de la misma vía. En este caso, dispondremos de un lugar adecuado para estacionar los vehículos, que en el resto de la carretera apenas lo hay. - Cuándo. Paseíto de dos kilómetros y una hora de duración (sólo ida), con un desnivel nulo y dificultad muy baja, apto para todos los públicos y cualquier época del año, si bien al tratarse de un sendero botánico es más adecuado para primavera. - Quién. El personal del hotel Los Tilos (Extrarradio, s/n; Beteta; teléfono 969 318 097) facilita información sobre ésta y otras rutas por la zona. El alojamiento en habitación doble sale por 6.500 pesetas. - Y qué más. Cartografía: el mapa más detallado de la zona es la hoja 539-III, a escala 1:25.000, del Instituto Geográfico Nacional.
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