Ante el espejo

Tanto Francesc Bravo como Michele Man son artistas maduros, rigurosos y generosos, muy formados en una multidisciplina que les prepara muy bien para las tendencias actuales de la danza, donde el solo bailado es un recurso de expresión al que acuden muchos creadores, algunos por falta de recursos para empresas mayores, otros por el convencimiento de que este soliloquio es la vía más justa para mostrar su personalidad escénica. A esto último responden Bravo y Man.

Francesc saca en la mano algo así como la medida de la Virgen del Pilar en raso rojo y juega con la cinta hasta que su baile comienza a cimbrear con algo de cuelgue islámico, siempre con la pimienta de su acento díscolo, dándose caña y entusiasmo a sí mismo. Bravo baila con gafas y la música le lleva hasta sus preferencias dinámicas y rítmicas en unos movimientos dotados de un fuerte ataque.

Michel Man es una hermosa bailarina de poderosas líneas, con una poesía concentrada y susurrante. Con un traje excepcional por su eficacia y buen dibujo, la artista bordea las sombras coqueteando con los abismos de las poses arriesgadas y el deseo de salir de sí misma, de su gesto y su obsesión, acaso la de ser transparente como su túnica. Ambos son un ejemplo de rigor y buen trabajo ante el espejo.