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'Mejor casarse que abrasarse'

El sexo y el celibato eran asuntos sin importancia para los cristianos hasta bien entrada la Edad Media. De hecho, resulta abrumador el número de jerarcas casados y con hijos, incluso famosos papas de Roma, y en las enciclopedias sobre el acto sexual los expertos incluyen un modo coital denominado 'la postura del misionero', en referencia a los anglicanos que acompañaron a James Cook en la conquista de Samoa.

El Antiguo Testamento no hace virtud del celibato y, en general, tampoco el Nuevo Testamento incluye teorías especiales sobre el sexo y la familia, al margen del muy comentado distanciamiento del fundador del cristianismo, Jesús, respecto a su propia familia.

Hasta que Ambrosio, obispo de Milán (373- 397), lanzó un órdago que no se apagaría hasta el Sínodo de Roma de 1074, en el que el papa Gregorio VII dictó e impuso, manu militari en ocasiones, la famosa reforma del celibato. 'El matrimonio es honroso, pero el celibato lo es más; no es necesario evitar lo que es bueno, pero debe elegirse lo que es mejor', había teorizado Ambrosio. Opinaba que una vida conyugal plena era incompatible con una carrera en la Iglesia, pero no se le ocurrió imponer esa opinión a quienes pensaban lo contrario. En cambio, la ley del celibato promulgada por Gregorio VII -ratificada más tarde por el Concilio de Letrán, en 1123- causó tal conmoción e ira en el mundo cristiano que a punto estuvo de terminar en cisma.

Tuvieron que pasar cuatro siglos antes de que el papado viera colmadas sus imposiciones sexuales, pero por el camino quedaron excluidos decenas de miles de sacerdotes, que abandonaron la religión antes que a sus esposas e hijos, y también cientos de obispos, expulsados sin miramientos de la Iglesia o llamados a Roma para ser doblegados sin remisión. Por el camino quedaba también alguna exageración de converso, como la del brillante y colérico -padre de familia antes que obispo de Hipona- san Agustín.

Resulta lamentable que la tragedia de las monjas violadas por misioneros suscite una vez más el debate sobre el celibato, pero los críticos de esta caprichosa imposición papal siguen recurriendo a los clásicos. 'No todos son capaces de ello', dijo Cristo, según el evangelio de Mateo, en referencia a la abstinencia sexual. 'Mejor es casarse que abrasarse', escribió Pablo de Tarso en una carta a los corintios.

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