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Columna
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El perfil exacto

Santiago Segurola

El Madrid, que ha emprendido un proyecto sereno, está en la obligación de extender su política a todos los ámbitos del club. También en la parte que corresponde al entrenador. Acostumbrado a un sobresaltado desfile de técnicos famosos, contratados casi siempre en situaciones de crisis o urgencia, el Madrid necesita enviar un mensaje de tranquilidad y confianza en la parte deportiva. Por esta línea hay que interpretar la inminente renovación de Del Bosque, cuyos méritos son indiscutibles.

Su trayectoria al frente del primer equipo ha sido intachable. Llegó en uno de los periodos más tormentosos de un club que había sufrido un largo decenio de desgarros. Lo hizo con carácter interino, a pecho descubierto, sin apenas ayudas a su alrededor. Por su carácter discreto y por su procedencia -una larga trayectoria en las divisiones inferiores del Madrid- no era el candidato al uso en un puesto que, por lo visto, exige glamour y mucha propaganda. Sin embargo, aquel Madrid en estado crítico necesitaba tranquilidad y buen juicio, dos cualidades que adornan a Del Bosque. Ajeno a los altísimos decibelios que producía el Madrid, impuso su sensatez ante unos jugadores que habían visto de todo, y casi nada bueno.

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No fue un camino fácil, pero algunos de los valores que hoy se celebran en el Madrid fueron anticipados por Del Bosque en la temporada anterior. Con excelentes resultados, por cierto. El triunfo en la Copa de Europa no se puede interpretar como azaroso. El Madrid fue el mejor: jugó y superó al campeón -Manchester-, y al subcampeón -Bayern- y en la final brindó un admirable partido ante el Valencia, al que casi todos daban como favorito. De una situación delicada, el Madrid salió con la octava, en buena medida por el fino trabajo de su entrenador con una plantilla que había llegado a descreer de los técnicos.

En una situación más reposada, Del Bosque ha tenido esta temporada un doble mérito: ha hecho equipo y club. Básicamente el equipo es el mismo, con el añadido de Figo y Makelele -que se ha convertido en imprescindible por la terquedad del entrenador frente a las primeras críticas-, pero la respuesta del Madrid ha sido radicalmente contraria a la de otros años. El Madrid ha jugado razonablemente bien, y a veces hasta muy bien. Su trayectoria en Europa no ha admitido comparación hasta el momento. Y por primera vez, la Ciudad Deportiva no ha sido un foco de tensiones y ruido. El club ha ayudado, pero Del Bosque ha sido decisivo. No ha fallado el tiro en ninguna de sus declaraciones, sin caer en la hipocresía o en diplomacias de salón. Con su profundo sentido común, Del Bosque ha sido el mejor portavoz del equipo y de la institución.

En su figura se reconoce además una vieja cultura del Madrid, un club desconfiado con los entrenadores de perfil muy marcado. El Madrid, por tradición, siempre ha sido un equipo fundamentalmente marcado por generaciones de futbolistas -desde Di Stéfano hasta la presente de Raúl y Figo, pasando por la Quinta-, al contrario que el Bar-ça, cuya historia es el reflejo de la mano de entrenadores como Helenio Herrera, Michels, Menotti, Venables, Cruyff y Van Gaal. En este sentido, Del Bosque también cumple con los requisitos de la historia. Jamás hurta el protagonismo a sus jugadores y siempre mantiene el perfil discreto que tanto valora la gente del Madrid.

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