La falla andaluza
Carpinteros de Mancha Real logran que su hoguera sea declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional
'Somos como un oasis en un desierto'. La frase de Tomás Ruiz Chica define lo que supone la falla de Mancha Real (Jaén) en el territorio andaluz, donde no hay ninguna otra manifestación festiva de una tradición levantina. A Tomás, uno de los muchos empresarios del sector de la madera en este municipio jiennense, se le ocurrió hace 20 años celebrar el día de San José a imagen y semejanza de como lo hacen los carpinteros valencianos. Y ahí empezó la historia de la falla de Mancha Real, cuya raigambre ha permitido, dos décadas después, que sea declarada por la Junta Fiesta de Interés Turístico Nacional Andaluz.
Tomás Ruiz es el principal artífice de esta hoguera, pero ha contado con ayuda. Durante los primeros 15 años fue Andrés Cubillo el personaje que daba forma a los ninots de la falla mancharrealeña. Había preocupación en el pueblo porque nadie siguiera su estela cuando aquél ya no tuviera las fuerzas necesarias. Así que apareció en escena Miguel Pulido, un delineante amante de la pintura que se ha convertido ahora en el padre de la criatura, una criatura, por cierto, de 11 metros de diámetro y diez de alto. 'Y hubiera podido tener una altura de 15 metros si me hubieran dejado poner la figura del olivarero en la cúspide de la falla', explicaba ayer Miguel mientras daba los últimos retoques a la falla que ardería por la noche en el recinto ferial de Mancha Real.
'Tantos meses de trabajo para verla arder en menos de una hora', exclamaba el artista que ha dado cuerpo a la falla siguiendo las directrices marcadas por la Asociación Cultural San José, que preside Tomás Chica. Si el año pasado se quiso hacer un homenaje a los descubrimientos del siglo XX, en esta ocasión se ha querido satirizar un tema que, aunque muy recurrente, está siempre de actualidad en Jaén: el del incierto futuro del mercado del aceite de oliva.
Para ello, en su base se escenificó una corrida de toros que, metafóricamente, sirve para lanzar a los cuatro vientos la pregunta de quién le coge los cuernos al toro, en esta ocasión, a la comercialización del aceite, la principal materia prima de Jaén. La pregunta quedaba respondida en la parte alta de la falla con las alegorías sobre bolsas de caudales y, a su alrededor, varios buitres que venían a simbolizar la hegemonía en el sector de las grandes multinacionales del sector oleícola. La falla se completaba con la enorme figura de un vareador mirando al cielo, que ha sido el signo que ha marcado la última campaña olivarera.
Antes de que ardieran los cientos de kilos de madera, cartón y aglomerado de la falla principal, lo había hecho la hoguera infantil, que el Ayuntamiento de Mancha Real ha introducido recientemente para intentar afianzar entre los más jóvenes esta fiesta que cada año trae hasta este pueblo de unos 9.000 habitantes a decenas de visitantes.
Todo el sector de la madera de Mancha Real cerró ayer sus puertas para participar en esta fiesta que, de algún modo, sirve también para reivindicar el peso específico de este municipio dentro de la industria del mueble. Según la Asociación de Empresarios, en el municipio hay unas 90 empresas madereras que dan trabajo a más de 1.300 personas. La aportación del gremio al PIB es de 28.750 millones, un 54% de toda la economía local, lo que ha situado a Mancha Real entre los primeros municipios del país en cuanto a renta per cápita. Los muebles de Mancha Real se venden en países tan diversos como Rusia, Japón, Argentina o Puerto Rico.
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