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VISTO / OÍDO
Columna
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Caín y Abel

Estos dos grandes partidos hacen mal el simulacro derecha/izquierda que requiere la tragedia democrática española. Son hermanos. Se llevan mal siguiendo el viejo mito de que bueno y malo son parte de un todo, pero se unen en la discordia con otros: son hermanos ante los vascos. Los dos quieren que les voten los vascos buenos, que no tienen partido.

Los malos tienen todos: los nacionalistas, que también son hermanos en este juego de simulacros. No se sabe cuáles son los peores: unos ponen bombas donde pueden -¿para qué en la playa de Roses? ¿Qué tendrá que ver el mosso d'esquadra que murió porque llegó antes a lo que iba a explotar? La razón no se me alcanza, ya que no soy creyente en la maldad absoluta- y otros la bomba intelectual de la independencia en un mundo donde nadie lo es.

Pujol, el hermano Abel de Arzalluz, ya ni busca la independencia, porque la tiene bajo cuerda, y que un poco más -Ejército, cuerpo diplomático...- es tan caro como inútil. No merece la pena acuñar moneda, que en tiempos era una base de la soberanía de un país: el euro le va a liberar de la vergüenza de la peseta, que ni tiene un nombre digno.

En cuanto al idioma, en el resto de España -y 'resto' parece que es lo que sobra después de quitar la parte valiosa: la catalana (el castellano o español se pierde solo, es el idioma más extenso de los pobres del mundo: de los que no saben leer, no entienden lo que leen ni quieren entenderlo porque va contra ellos)- hay un español de clerecía, el de grandísimos escritores, sacerdotes de la lengua, cuya mayoría está fuera de la Academia; pero la mitad de los españoles no lee ni un libro, y de la otra mitad, la mitad sólo los que le requiere su bachillerato, y no los entiende: y esto es bendito en relación a otros países en que este idioma es oficial. ¿Para qué hablar, en esta penuria, del catalán, del vascuence, del gallego? Ni del hebreo, o del suahili, del chelja o del cheli.

Decía que estos dos partidos son hermanos, y representan el primer mito de hermanos, el de Caín y Abel: y cualquiera sabe cómo estaría entonces el genoma. De niños veía las películas de buenos y malos, y yo soy de los que creíamos que los buenos eran los otros: los indios. Cuando veo que el bueno entre los buenos es el ministro de la policía (y a sus hermanos los mete en la cárcel otra vez el Constitucional) siento la tentación de creer que los verdaderos buenos son los otros. Basta un mosso d'esquadra asesinado por una bomba sin sentido para saber que no es eso. No hay buenos.

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