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Tribuna:REDEFINIR CATALUÑA
Tribuna
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Modernos, 'progres' y otros divinos

¿Qué nexo de unión puede haber entre el divino tupé de Loquillo y la fina trascendencia, pongamos por caso, de nuestro Mendoza nacional? ¿Qué gramática de tinta invisible atrapa en una misma escritura lo moderno, lo posprogre y la izquierda intelectual? ¿En qué momento de dicha se encontraron los Carreras y los Espada y se hicieron pareja de hecho bajo el techo de Mariscal? Diseño al uso, pensamiento izquierdoso al uso, modernidad al uso, y al uso un mismo cabreo nacional: el pujolismo es una plaga, quizá la última plaga bíblica, y bajo sus efectos se hunde el pensamiento, se cierran las fronteras de la ilustración y el país se convierte en una miniatura de sí misma. Pura caricatura Boadella, con su presidente fusionándose con Ubú rey hasta ser su copia más fiel. Nada diremos a tan respetable voz colectiva sobre su diagnóstico de país, o sobre el cabreo subsiguiente. Coincidimos en mucho y hasta podríamos cabrearnos al unísono, cual coro griego en momentos de tragedia. En todo caso, dicho está y muchas veces escrito: el régimen que nos ampara, nos tutela y nos gobierna nos ha hecho pequeños, tristes e irremisiblemente mediocres. El ideal pequeñoburgués de no llegar a ninguna parte ha quedado culminado con el lánguido reinado de nuestra dicharachera reina-madre.

Pero... una está tan outsider del mundo que le da por no creerse ninguna verdad absoluta, y hasta por hacerse alguna pregunta. Veamos, nuestros modernos, izquierdosos y demás divinos del cotarro, ¿están libres de culpa? En la ciudad prodigiosa, cap i casal de este país sin prodigios, ¿ha hervido la olla crítica más allá del enfado estomacal? Artículos los ha habido, ciertamente, y hasta algún libro con vocación provocadora, y se ha estructurado una especie de familia del antipujolismo nutrida y variopinta que de alguna manera ha servido de contrapeso al régimen. Pero las trampas en las que ha caído, mientras denunciaba las trampas del pujolismo, han sido también sonoras. Si me permiten, intentaré un esbozo de radiografía del antipujolismo. Primero, el antipujolismo ha sido antipujolista. Me dirán que para eso era la cosa, y sin embargo es el primer error que considero de bulto. Ningun pensamiento crítico, y menos cuando tendría que tener la ambición -quizá la obligación- de articular una visión alternativa de país, puede tener como eje centrípeto la pura y dura antipatía personal. Y mucho ha habido de ello, de antipatía a quien supo quedarse con el poder y hacer elis elis a la izquierda,una izquierda que se quedó con tal cara de boniato que aún está haciéndose liftings a ver si se encuentra. Lo antipujolista ha despreciado intelectualmente a Pujol, lo ha minusvalorado hasta el punto de considerar sus éxitos como la expresión de lo rural sobre lo urbano, de lo cutre sobre lo leído, y sólo cuando ha acumulado derrota tras derrota, ha empezado a pensar que quizás también ellos eran cutres.

Segundo, lo antipujolista era anticatalán. No, que no, que para nada. Que aman a Cataluña una barbaridad, que esa es la trampa del pujolismo, maniquea, perversa, que Pujol se inventa buenos y malos catalanes, que atacarlo es quedar situado en el lado oscuro de la foto... Claro que sí. Claro que habrá que decir que lo de Loquillo trabajando su rock springsteeniano en los agujeros del Clot y no en los grandes estudios de Madrid, o lo de Mendoza situando su magnífico universo literario en Barcelona, o lo de tantos trabajando su mundo creativo aquí y ahora, ha sido una gran aportación a la catalanidad. Un inequívoco amor al país, en definitiva. Además, ¿quién es nadie para poner termómetro a la catalanidad de cada cual? Pero dicho lo dicho, lo antipujolista también ha sentido incomodidad con lo catalán, bien por aceptar la patrimonialización que ha hecho Pujol del sentimiento, bien por propia incomodidad biográfica. Lengua, señas de identidad, cultura..., ¡qué regalos han hecho a Pujol nuestros antipujolistas en nombre de la modernidad! Porque, amigos, es cierto que no se trataba de asumir el discurso pujoliano de lo catalán, pero sí se trataba de reinventarlo. A un modelo, otro modelo. Y a un modelo, lo que ha habido ha sido un simple, rotundo e innegociable rechazo. ¿Cómo es la Cataluña de la modernidad, esa tan mentada en boca de la modernidad? Esa que soñamos cuando caigan los muros pujolianos, esa que nos salvará de la inanición cultural y que mentan los opinadores, sueñan los rockeros y literaturizan los genios. No la conozco más allá de oír hasta la saciedad que llegará cuando caiga el régimen, como si se tratara de una simple renovación biológica. Pero algunos sabemos que los reinados largos dejan largos posreinados, si el terreno no ha sido ricamente sembrado, y ese es el punto que quiero subrayar: muchos de los antipujolianos sólo esperan la caída de Pujol. Pero no han hecho nada para explicarnos cómo quieren que sea la Cataluña sin Pujol. Sabemos lo que no les gusta, pero no lo que quieren. Quizá no quieren lo mismo, pues el frente anti-Pujol es tan amplio que a lo mejor resulta que tiene unos agujeros de narices. Si los augures vaticinan una explosión nuclear en el pujolismo sin Pujol, ¿podrían augurar una menor explosión en el antipujolismo?

¿Y si resulta que, a fuerza de cargarla de estética pero no mucho más, la otra Cataluña también fuera cutre? ¿Y si resulta que cuando le sacamos la chaqueta de Toni Miró al cuerpo ilustrado, le pasamos el cepillo a la caspa de la modernidad y le rebajamos un poco la soberbia no queda más que otra capa de insulsa mediocridad, tan provinciana, ay, como la pujoliana que combate? No sé, pero tengo claro lo que no me gusta del pujolismo y qué tics, que pésimos mitos, qué virtuales épicas conforman las trampas de una Cataluña que no existe más allá de lo útil que es para justificar malas políticas. Pero ¿puedo tener claro lo que me gusta del antipujolismo? Esa bonita izquierda moderna, mariscaliana y cabreada, ¿qué Cataluña significa? ¿Significa toda ella la misma Cataluña? Quizá por eso Pujol lleva 20 años gloriosos: sus miserias son familiares. En cambio, las grandezas de sus adversarios, ¡ay!, ¿quién las conoce?

Pilar Rahola es escritora y periodista. pilarrahola@hotmail.com

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