_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Resignación

Nos encontramos de nuevo metidos de lleno en la vorágine que cada año suponen las Fallas, en las incomodidades de todo tipo que representan para los habitantes de esta ciudad unas fiestas falleras que parecen no tener límite y ante las que todos aquellos ciudadanos que no desean participar de esa locura sólo tienen dos opciones. Una es la huida, alternativa que gana partidarios con el paso de los años, adoptada cada vez por un número mayor de nuestros convecinos que roban días a sus vacaciones estivales o juntan días libres y moscosos -en el caso de los funcionarios que disponen de ellos- para escapar de la ciudad. Una ciudad que se convierte en inhabitable durante estos días porque las autoridades municipales no se deciden a ponerle coto a una fiesta que crece año tras año, sin control, y porque consienten crecientes desmanes del mundo fallero -ruidos, música machacona que no cesa, olores, cortes de calles, suciedad, destrozos de todo tipo- que permanecen impunes. La otra opción que les queda a los habitantes de esta ciudad que no quieren sufrir todo eso es la resignación. Una alternativa que desde el punto de vista personal es perfectamente válida -cada cual es libre de adoptarla en función de su nivel de masoquismo y de sus posibilidades de escapar- pero que resulta inaceptable cuando la recomienda una Administración municipal que tiene la obligación de velar por todos, y digo todos, los ciudadanos. Pues eso es lo que ha recomendado el Ayuntamiento de Valencia a los vecinos de una calle del Ensanche cortada desde el pasado 20 de febrero -un mes antes del día grande- con motivo de los preparativos de la fiesta: resignación. Que algún gracioso hace explotar un petardo dentro de una papelera justo cuando pasas junto a ella: resignación. Que no te dejan descansar con tanto ruido y tanta música: resignación. Que te impiden circular en coche o en moto, incluso si vas a pie y aunque falten muchos días para la semana grande: resignación. La ciudad es de los falleros y a los demás, que les zurzan. Pues uno este año no se resigna. Que ustedes lo pasen bien.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_