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Columna
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Monólogo autista

El lehendakari decía no querer ni hablar, ni oír hablar, de elecciones. En realidad, no pensaba en otra cosa, aunque con un vértigo irrefrenable. Se atrevía, paradójicamente, a cuestionar su eficacia, porque suponía que no cambiarían nada. Su visión de la democracia es tan poco homologable, que no es capaz de entender que el recurso a la expresión de la voluntad ciudadana, además de ser de obligado cumplimiento en las actuales circunstancias, es ya, de por sí, un cambio suficiente, incluso para producir una correlación de fuerzas similar.

La prueba de que no pensaba en otra cosa son sus sucesivos mailings masivos, encartes periodísticos con gran profusión y actos plebiscitarios a lo largo de los últimos meses, diseñados, en contenido y forma, por el mismo think tank publicitario. Ya que no podía gobernar, al no conseguir producir ni leyes ni presupuesto, al menos administraba; es decir, gastaba, pensando única y exclusivamente en términos electorales y partidistas, sin reparar si tales gastos de campaña son legítimos o no. El acto final de la convocatoria electoral, sin convocar las elecciones y dándose a sí mismo prórroga para poder agotar los últimos actos de su campaña publicitaria, era la manifestación de Bilbao contra todos, desconvocada ayer tras el asesinato del ertzaina Iñaki Totorika en Hernani. Porque, contra todos es el hilo conductor, el guión de una estrategia política autista que trata de recolocarse a sí mismo y a su partido en el centro, tras haberlo volado con una dialéctica centrífuga e irresponsable.

El contra todos, obviamente, no estaba en el lema de la convocatoria, ya que se formulaba en términos positivos (sí a la vida, sí al diálogo), pero lo está en el monólogo del propio convocante. Desde su tercera persona verbal, casi mayestática (la primera no se conjuga casi nunca), inventa un centro virtual sobre el vacío político. No encuentra mejor artificio que el diálogo convertido en monólogo. Siguiendo una tradición de los rituales políticos nacionalistas de utilizar conceptos polisémicos como talismanes para el engaño político, fustiga con el diálogo a sus adversarios. Pero, su monólogo sobre el diálogo lo que pretende no es dialogar (entenderse, transaccionar, ceder, pactar...), sino mostrar que bueno, moderado, bienintencionado, responsable, centrista y demócrata es él, al señalar lo malos, radicales, torcidos, inmorales, destructivos, extremistas y antidemocráticos que son sus competidores de la oposición. Y esto, simplemente, por atreverse a competir con él, ejerciendo la crítica, la alternativa, la diferencia, es decir, por defender sus derechos democráticos. ¡Qué atrevimiento el de estos intrusos extraterrestres en la (su) política vasca!

El populismo y otros movimientos de corte autoritario, casi siempre con música y retórica nacionalista de distinto tipo, suelen inventarse un mundo virtual de malos equivocados a diestro y siniestro sobre los que ellos solos son los buenos en posesión de la verdad. Lo hacía el franquismo cuando decía que no era ni de derechas ni de izquierdas. En realidad, era de extrema derecha, aunque sus dirigentes quisieran implantar una realidad totalitaria por encima de tales divisiones ideológicas ineludibles. Lo han hecho el peronismo o el comunismo, por ejemplo, por encima de todas las demás expresiones políticas del pluralismo ideológico. Han renegado de las elecciones y han preferido los plebiscitos, muchas veces en forma de manifestaciones y concentraciones de adhesión contra el enemigo exterior, que era casi siempre interior. Han criticado a todos los (demás) políticos, haciendo creer que su pluralismo son divisiones artificiales que rompen la unidad de un mundo unitario y virtual, del que ellos se sienten intérpretes y administradores en solitario y en exclusiva. ¡Qué cercana nos suena esta música! ¡Qué miedo!

Sin embargo, lo más grave de esta dinámica peronista y plebiscitaria no es atreverse a cuestionar la eficacia de las elecciones o la propia labor de crítica o alternancia de los partidos de la oposición democrática. Lo más grave es este monólogo autista que intenta recuperar la posición central que ha perdido, pretendiendo equiparar, sin pudor, a los terroristas abertzales (victimarios) con los partidos democráticos españoles (víctimas).

Su autismo victimista y etnocéntrico es tan errático que se atreve a dudar que tales partidos sean democráticos por el hecho de no aceptar las condiciones del diálogo totalitario de aquellos, en un curioso, perverso e imposible ejercicio de equilibrio político. El diálogo de verdad es el que se produce en el pleno y libre funcionamiento del pluralismo democrático, cuya condición de posibilidad es, aquí y ahora, la normalidad de la alternancia política.El lehendakari decía no querer ni hablar, ni oír hablar, de elecciones. En realidad, no pensaba en otra cosa, aunque con un vértigo irrefrenable. Se atrevía, paradójicamente, a cuestionar su eficacia, porque suponía que no cambiarían nada. Su visión de la democracia es tan poco homologable, que no es capaz de entender que el recurso a la expresión de la voluntad ciudadana, además de ser de obligado cumplimiento en las actuales circunstancias, es ya, de por sí, un cambio suficiente, incluso para producir una correlación de fuerzas similar.

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La prueba de que no pensaba en otra cosa son sus sucesivos mailings masivos, encartes periodísticos con gran profusión y actos plebiscitarios a lo largo de los últimos meses, diseñados, en contenido y forma, por el mismo think tank publicitario. Ya que no podía gobernar, al no conseguir producir ni leyes ni presupuesto, al menos administraba; es decir, gastaba, pensando única y exclusivamente en términos electorales y partidistas, sin reparar si tales gastos de campaña son legítimos o no. El acto final de la convocatoria electoral, sin convocar las elecciones y dándose a sí mismo prórroga para poder agotar los últimos actos de su campaña publicitaria, era la manifestación de Bilbao contra todos, desconvocada ayer tras el asesinato del ertzaina Iñaki Totorika en Hernani. Porque, contra todos es el hilo conductor, el guión de una estrategia política autista que trata de recolocarse a sí mismo y a su partido en el centro, tras haberlo volado con una dialéctica centrífuga e irresponsable.

El contra todos, obviamente, no estaba en el lema de la convocatoria, ya que se formulaba en términos positivos (sí a la vida, sí al diálogo), pero lo está en el monólogo del propio convocante. Desde su tercera persona verbal, casi mayestática (la primera no se conjuga casi nunca), inventa un centro virtual sobre el vacío político. No encuentra mejor artificio que el diálogo convertido en monólogo. Siguiendo una tradición de los rituales políticos nacionalistas de utilizar conceptos polisémicos como talismanes para el engaño político, fustiga con el diálogo a sus adversarios. Pero, su monólogo sobre el diálogo lo que pretende no es dialogar (entenderse, transaccionar, ceder, pactar...), sino mostrar que bueno, moderado, bienintencionado, responsable, centrista y demócrata es él, al señalar lo malos, radicales, torcidos, inmorales, destructivos, extremistas y antidemocráticos que son sus competidores de la oposición. Y esto, simplemente, por atreverse a competir con él, ejerciendo la crítica, la alternativa, la diferencia, es decir, por defender sus derechos democráticos. ¡Qué atrevimiento el de estos intrusos extraterrestres en la (su) política vasca!

El populismo y otros movimientos de corte autoritario, casi siempre con música y retórica nacionalista de distinto tipo, suelen inventarse un mundo virtual de malos equivocados a diestro y siniestro sobre los que ellos solos son los buenos en posesión de la verdad. Lo hacía el franquismo cuando decía que no era ni de derechas ni de izquierdas. En realidad, era de extrema derecha, aunque sus dirigentes quisieran implantar una realidad totalitaria por encima de tales divisiones ideológicas ineludibles. Lo han hecho el peronismo o el comunismo, por ejemplo, por encima de todas las demás expresiones políticas del pluralismo ideológico. Han renegado de las elecciones y han preferido los plebiscitos, muchas veces en forma de manifestaciones y concentraciones de adhesión contra el enemigo exterior, que era casi siempre interior. Han criticado a todos los (demás) políticos, haciendo creer que su pluralismo son divisiones artificiales que rompen la unidad de un mundo unitario y virtual, del que ellos se sienten intérpretes y administradores en solitario y en exclusiva. ¡Qué cercana nos suena esta música! ¡Qué miedo!

Sin embargo, lo más grave de esta dinámica peronista y plebiscitaria no es atreverse a cuestionar la eficacia de las elecciones o la propia labor de crítica o alternancia de los partidos de la oposición democrática. Lo más grave es este monólogo autista que intenta recuperar la posición central que ha perdido, pretendiendo equiparar, sin pudor, a los terroristas abertzales (victimarios) con los partidos democráticos españoles (víctimas).

Su autismo victimista y etnocéntrico es tan errático que se atreve a dudar que tales partidos sean democráticos por el hecho de no aceptar las condiciones del diálogo totalitario de aquellos, en un curioso, perverso e imposible ejercicio de equilibrio político. El diálogo de verdad es el que se produce en el pleno y libre funcionamiento del pluralismo democrático, cuya condición de posibilidad es, aquí y ahora, la normalidad de la alternancia política.

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