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VISTO / OÍDO
Columna
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Cosas de todos

Ayer se escribía más de la mujer, porque era el Día de la Trabajadora. Entre adjetivos, promesas, iras, estadísticas y pensadores, había alguna información. La de la ONU: 1º, la degradación de la mujer existe en todos los países, lo cual quiere decir en todas las civilizaciones, religiones y costumbres; 2º, es peor en los países pobres. Se corroboran otras ideas. Suelo insistir en que el problema es un fragmento de lo general: el primero se refiere a la pelea con la naturaleza definida por el darwinismo, que fatalmente se convirtió en política: justificó la supervivencia del más fuerte, al que falsamente se denominó el más apto. Fuera, fuera. La segunda es la lucha por la igualdad, que también es una definición contra las fuerzas físicas o armadas.

A medida que se sale del estado 'natural', más evolucionado en el sentido social, las desigualdades se transforman pero no mueren. Las zonas ricas parecen igualitarias con la mujer cuando sus regímenes pueden aprovecharlas. Una manera de estos estados de riqueza piramidal es intentar utilizar a las mujeres contra los hombres para el abaratamiento de la mano de obra, como al inmigrante. La fragmentación social es básica: divisiones en clases de edad, en sexos, en gremios, en razas. Mantener la fuerza reivindicativa de la mujer como mujer es una fragmentación; sería interesante que se entendiera que sin una defensa por la igualdad de todos, o sin una reforma más amplia de la sociedad, va a ser inútil. La conversión de sus reivindicaciones en una igualación con la 'explotación del hombre por el hombre' es tan malo como aceptar los problemas laborales fuera del sindicalismo: hoy están en cierta huelga pilotos y médicos, como clases sociales altas, indiferentes a las cuestiones generales. Y están en tensión catalanes y madrileños, Gobierno vasco y Gobierno y oposición centrales, obreros españoles contra obreros inmigrantes, trabajo infantil contra trabajo general, trabajo femenino (más barato, más desempleo, peores puestos, acosos sexuales, restricciones de la natalidad) contra trabajo masculino. Y se han hecho complementarios en la pareja. Sólo un matrimonio de trabajadores puede afrontar la compra de vivienda: no son sus propiedades, sino de los bancos. Pero la pasión que tienen los fragmentarios por sí mismos es difícil de cambiar por la reforma de todo.

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