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Un libro analiza los conflictos y la violencia en las Tierras del Ebro

La existencia de conflictos en las Tierras del Ebro no es nueva. Josep Sánchez Cervelló, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Rovira i Virgili (URV), lo explica en Conflicte i violència a l'Ebre, de Napoleó a Franco (Flor del Viento) y los atribuye, principalmente, al carácter de frontera de la zona, con un río que era vehículo de comunicación pero también límite militar.

El profesor -que afirma que la edición del libro no tiene nada tiene que ver con los problemas se viven estos días en las Tierras del Ebro a causa del trasvase previsto en el Plan Hidrológico Nacional- destaca el papel histórico de la Iglesia, nunca neutral en la zona, y fundamentalmente en las tres guerras carlistas, que afectaron al territorio. Así, explica que es precisamente el protagonismo que adquirieron algunos sacerdotes, que llegaron a liderar partidas carlistas, lo que explicaría el posterior sentimiento antirreligioso y la polarización de la sociedad de la zona entre conservadores muy tradicionales y progresistas. La prolongación de las guerras carlistas se explica, según Sánchez Cervelló, por lo que significaban de reacción contra la modernización y contra el Estado liberal, percibido únicamente como perjudicial e injusto por la población (desamortización, quintas, recaudación de impuestos). Pero eran tiempos en los que Tortosa se situaba aún en el centro político y económico de la confederación catalano-aragonesa, con el río como único vehículo de comunicación entre Aragón, el Maestrazgo, Valencia y Cataluña.

Del centro al sur

Entrado el siglo XIX, el ferrocarril acaba con la navegabilidad del río y, además, desestructura el territorio de las cuatro comarcas (lo atraviesa por el norte y por la zona de la costa). Entonces se inicia una cierta decadencia en la zona, 'se pasa de ser el centro a ser el sur y a tener el pensamiento certero de que somos sur', afirma el autor. Durante la guerra civil, la batalla del Ebro ocasionó 'el doble de destrucción en la zona que en otras áreas' y dio lugar, además, al fenómeno de la emigración, política primero y económica después.

A todo ello se añade la pérdida de unidad administrativa de las Tierras del Ebro, que si bien existió incluso durante la ocupación napoleónica, según afirma el profesor, 'tampoco se recuperó con la división comarcal de la Generalitat democrática, que sitúa por ejemplo a la Ribera d'Ebre en la órbita de influencia de Reus respecto a la sanidad, la enseñanza o la cultura, en una política de división'.

El profesor explica las dificultades de documentar el libro debido a la gran destrucción de archivos ocurrida tras cada episodio bélico, así como que la historiografía catalana no ha prestado gran atención a las comarcas ribereñas, por lo que ha tenido que recurrir a fuentes orales y a archivos ajenos a la zona (Madrid, Salamanca, Barcelona).

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