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Reportaje:ASTRONOMÍA | Pequeños cuerpos celestes

Vigilantes de la amenaza exterior

Objetivo: seguir al YA 2000, un asteroide de unos 200 metros de longitud que pasa a sólo seis millones de kilómetros de la Tierra

Ocurrió el pasado mes de diciembre. La noche del 16 se presentaba para los astrónomos aficionados del Observatorio Astronómico de Mallorca (OAM) como otras muchas. El cielo estaba despejado y cometas, estrellas y asteroides esperaban ser enfocados con sus telescopios Schmidt. De pronto, un mensaje urgente alteró la calma: desde Cambridge (Massachusetts, EE UU) se les instaba a seguir la trayectoria de un asteroide que parecía haber puesto a nuestro planeta en su punto de mira. El peligro de colisión, advertía el mensaje, 'es real'. El caso es que en EE UU empezaba a amanecer y su rastro se iba a perder en poco tiempo.

En unos instantes se activó el pequeño pero suficiente arsenal astronómico del OAM. El objetivo: seguir al YA 2000, un asteroide de unos 200 metros de longitud detectado en el observatorio de Lowell (Estados Unidos) y que pasa a poco más de seis millones de kilómetros de la Tierra. A sus 60.000 kilómetros por hora, no tardaría en peinarnos o, se temía, a impactar en algún punto del planeta. Por tanto, definir su órbita era imprescindible por si cabía activar algún plan de emergencia en algún lugar indeterminado. Al fin y al cabo, las características de ese asteroide no eran muy diferentes de las del que, a principios de siglo, arrasó la región siberiana de Tunguska. Cerca de 2.000 kilómetros cuadrados, superficie equivalente a la isla de Mallorca, se vieron afectados por el violento impacto.

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Por unas horas, recuerda Salvador Sánchez, director del OAM, el mundo estuvo pendiente de las observaciones y mediciones del centro mallorquín. Al final de esa noche, un escueto mensaje remitido a Brian Marsden, responsable del Minor Planet Center -el organismo internacional que vela por el seguimiento de los casi 300.000 asteroides de medidas similares que pueblan nuestro espacio exterior más inmediato-, despejaba la incógnita: 'No hay peligro'.

El YA 2000 pasó finalmente a 700.000 kilómetros de distancia. Aunque pueda parecer muy lejos, dice Sánchez, es una distancia suficientemente pequeña como para que su trayectoria pueda verse alterada por la fuerza de la gravedad terrestre. El seguimiento de estos objetos, dado el peligro potencial que incorporan, es imprescindible.

Seguimiento

El seguimiento de asteroides se efectúa, por norma general, a través de una red internacional de observatorios que intercambian datos de forma continua y que se coordinan mediante el Minor Planet Center. En su página web, actualizada al minuto, pueden verse las coordenadas de todos aquellos objetos que son avistados en los cielos del planeta y que, como en el caso del YA 2000, son potencialmente peligrosos. Especial atención merecen los asteroides de dimensiones similares que cruzan el espacio a menos de 16 millones de kilómetros. Reciben el apelativo PHA (asteroides con amenaza potencial, siglas en inglés).

En España sólo tres observatorios participan de forma regular en su seguimiento. Son el OAM, en Mallorca, y los de Piera y l'Ametlla, en Cataluña. Juntos han puesto en marcha el programa Unicorn 3SSS, un sistema basado en telescopios gemelos que permite el rastreo sistemático del cielo desde el sur de Europa. Este mecanismo de observación fue el que permitió seguir en las primeras horas el rastro del YA 2000.

Pero el programa, además de su misión de vigilancia, permite también reivindicar el trabajo sordo y a menudo menospreciado de los astrónomos aficionados. Gentes que, como los que integran el OAM o el programa Unicorn, comparten sus tareas profesionales con la observación del cielo. En este caso, odontólogos, funcionarios públicos, submarinistas profesionales, psicólogos, técnicos de mantenimiento... cuya misión es suministrar datos precisos a astrofísicos o a astrónomos.

Pese a las condiciones precarias de trabajo y al olvido que a menudo padecen, estos grupos de aficionados publican en medios profesionales, desarrollan programas informáticos de análisis de datos astronómicos para centros de investigación profesionales y reclaman su papel como descubridores: de asteroides y de estrellas variables.

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