Larga vida a la escuela rural
Curiosa cuestión esta de la escuela rural. Empieza a tratársela como tal, es decir, como un subsistema educativo específico, a partir de la Ley General de Educación de 1970, que en el fondo planteaba la desaparición paulatina de las escuelas de los pueblos, a las que únicamente se refería como unidades incompletas. Es decir, en tránsito hacia mejor vida.
Antes de esa fecha el dilema no se planteaba entre escuelas rurales y colegios completos (casi exclusivamente urbanos), sino, más bien, entre tener una o varias unidades escolares medianamente dignas, no tenerlas, o tenerlas con escasa dignidad de medios e instalaciones. Las décadas de los setenta y, hasta bien entrada, de los ochenta fueron testigos de la rebelión de las comunidades educativas rurales contra su desaparición al grito de: Un pueblo, una escuela.
Fue un auténtico movimiento estatal a favor de su permanencia y aunque no todas se salvaron sí se lograron conservar las suficientes como para que el Ministerio de Educación de Maravall se interesara por sus problemas. Ese interés, la madurez del colectivo de enseñantes que alumbró a principios de 1986 en Ezcaray unas bases organizativas suficientemente sólidas para sustentar una educación rural de calidad y la sensibilidad de gente como Rubalcaba o Naranjo -ambos entonces en el equipo ministerial- permitió sacar el decreto que definitivamente les confirió carácter propio y permanencia temporal. Había nacido el Centro Rural Agrupado (CRA), un colegio formado por escuelas de pueblos diferentes, con la misma dotación de material y de profesorado que los colegios urbanos. Su éxito se debió a una sencilla, pero fundamental, innovación: los que diariamente hacían el transporte no eran los alumnos sino el profesorado. Habían nacido los itinerantes para gloria de la escuela rural y dolor de cabeza de jefes de sección de nóminas y dietas.
Pero ahora el medio rural está afrontando nuevas problemáticas a la vez que innovadoras opciones de desarrollo, lo que afectará incluso a su modelo social.
La Encelopatía Espongiforme Bovina (EEB), la fiebre aftosa, problemas derivados de los últimos desarrollos en la manipulación de la genética animal o los cultivos transgénicos, obligarán a una reforma de la Política Agraria Común (PAC) que tendrá importantes repercusiones en nuestras sociedades rurales.
El nuevo desarrollo rural debe posibilitar la construcción de nuevos espacios económicos que ofrezcan, a través de una mayor diversificación productiva, nuevas oportunidades de empleo que permitan a las mujeres y los hombres del campo descubrir las potencialidades que en la producción de bienes considerados 'no materiales' tienen nuestros pueblos tanto en lo relativo, por ejemplo, a la cultura, la salud y la gastronomía como en lo que se refiere a la producción de paisaje, agua, medio ambiente y equilibrio territorial.
Todo ello coloca de nuevo en un espacio central a nuestras viejas y queridas escuelas de los pueblos que también habrán de afrontar nuevos retos: ofertando un servicio educativo desde la edad infantil que haga posible el trabajo de las mujeres campesinas, incentivando la curiosidad intelectual de una comunidad educativa obligada a movilizarse como emprendedora, constituyéndose en depositaria y transmisora de la memoria colectiva tradicional y educando en valores ambientales que cimienten el desarrollo sostenible de su entorno.
Pero también, por supuesto, aprovechando las innovaciones que nos aportan las nuevas tecnologías de la información y comunicación, utilizándolas incluso para sustituir al menos en parte la enseñanza presencial por la tutorizada a través del ordenador personal del que deberá disponer cada alumno.
Un pueblo, una escuela. Centros Rurales Agrupados e Integrados en sus comunidades educativas. Acceso generalizado a las nuevas tecnologías. Tres pilares sólidos para un subsistema educativo con futuro en este siglo XXI.
¡Larga vida a la Escuela Rural!
Antonio Trevín Lombán es maestro rural y alcalde de Llanes (Asturias) y ha sido presidente del Principado de Asturias.
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