Microcambio de Gobierno
El aviso dado hace diez días por el lehendakari Ibarretxe sobre su propósito de llamar a las urnas a los ciudadanos el próximo 13 de mayo hacía insostenible el aplazamiento de la proclamación del candidato del PP a la presidencia del Gobierno vasco hasta la disolución oficial del Parlamento de Vitoria el 20 de marzo. De añadidura, no existían dudas razonables acerca del destinatario de ese nombramiento: pese a los méritos acumulados a lo largo de estos años por dirigentes territoriales del PP como la guipuzcoana María San Gil, el vizcaíno Carlos Iturgaiz o el alavés Alfonso Alonso, los sondeos situaban claramente la intención de voto a favor de Jaime Mayor Oreja por encima de cualquier posible candidatura popular alternativa.
La circunstancia de que el tapado del PP (un estruendoso secreto a voces) haya sido durante cinco años y medio ministro del Interior, un departamento obligado a concentrar gran parte de sus energías en la lucha contra el terrorismo de ETA, ha dado lugar a un vivo debate sobre la corrección política y las eventuales repercusiones electorales de esa doble condición. La feroz campaña de desprestigio político y personal lanzada desde 1996 por el PNV contra el titular de la cartera de Interior, pese a ser el ministro mejor puntuado en las encuestas, tenía en realidad como destinatario al futuro candidato del PP a lehendakari. Con su valiente decisión de aceptar el encargo, Mayor Oreja no sólo arriesga concluir su brillante carrera política como líder de la oposición en el Parlamento de Vitoria después de ser derrotado en las urnas. La macabra alusión de Carlos Iturgaiz al imaginario corredor de la muerte que habitan los ciudadanos vascos amenazados por ETA es algo más que un rasgo de humor negro: la lista de dirigentes, cargos públicos y militantes de UCD, del PSOE y del PP asesinados desde el comienzo de la transición por la banda terrorista constituye una luctuosa prueba de la manifiesta desigualdad de oportunidades en que concurren a los comicios vascos los candidatos populares y socialistas, obligados a hacer campaña con protección policial.
El cese forzoso de Mayor Oreja como ministro del Interior obligaba al presidente Aznar a designar a un sustituto al frente de esa cartera: el microcambio llevado a cabo ha limitado casi al máximo las repercusiones colaterales del reajuste. Rajoy ha incorporado la cartera de Interior a su vicepresidencia primera, pero cede el estratégico Ministerio de la Presidencia a Juan José Lucas, hasta ahora presidente de la Junta de Castilla y León: el tiempo dirá si el sucesor de Mayor Oreja ha salido ganando o perdiendo desde la perspectiva de la cuestión sucesoria. El pronóstico de que Aznar aprovecharía la oportunidad para soltar el lastre de los ministros más quemados por la llamada crisis de las vacas locas no se ha cumplido. Celia Villalobos, la parlanchina titular de Sanidad preocupada por salvar en este asunto su imagen demagógica y populista, y Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura acusado de haber incurrido en incompatibilidades, conservan sus carteras pese a las críticas de la opinión pública.
La decisión de Aznar de minimizar costes en ese obligado cambio de Gobierno cobra pleno sentido cuando se recuerda que todavía no ha transcurrido un año desde que el PP ganó las elecciones generales por mayoría absoluta. El factor tiempo es una de las principales variables que deben manejar los profesionales de la política al confeccionar sus estrategias. Durante la anterior legislatura, Aznar mostró un excelente pulso para medir los ritmos de los reajustes ministeriales y la fijación de la fecha electoral: los hechos prueban que el presidente del Gobierno acertó al ignorar las presiones mediáticas de sus consejeros áulicos para destituir ministros y para disolver el Parlamento antes de agotar su mandato.
En términos políticos, los tres años que restan de legislatura son un plazo larguísimo, casi eterno: salvo en el País Vasco y Galicia, los ciudadanos no serán llamados a las urnas hasta la celebración de los comicios municipales y autonómicos en la primavera de 2003. Aunque la renovación del PSOE haya arrancado con fuerza tras su 35º congreso, Zapatero tendrá que afrontar duras pruebas antes de consolidar su liderazgo. Aznar dispondrá de un trienio para consolidar al PP en el poder y para solucionar también el problema de su sucesión, caso de persistir en su propósito de no ser el candidato presidencial del PP en las próximas elecciones. El microcambio de Gobierno le sirve para cubrir ambos objetivos: sólo el compulsivo jugador del cuento de Marx Twain La rana saltadora de Tennessee sería capaz ahora de arriesgar sus cuartos apostando fuerte por el nombre del sucesor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Jaime Mayor Oreja
- Remodelación Gobierno
- Elecciones Vascas 2001
- Juan José Lucas
- VII Legislatura España
- Mariano Rajoy
- Ministerio de la Presidencia
- Gobierno de España
- PP
- Candidaturas políticas
- Ministerio del Interior
- Legislaturas políticas
- Elecciones autonómicas
- Ministerios
- Elecciones
- País Vasco
- Gobierno
- Conflictos políticos
- Administración Estado
- España
- Partidos políticos
- Política
- Administración pública