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Entrevista:SERGIU COMISSIONA | MÚSICO

'Los músicos ya no admiten dictadores con batuta'

Jesús Ruiz Mantilla

La última vez que Sergiu Comissiona estuvo en Rumanía fue víctima de un perro homeless que le mordió el brazo. No por eso va a dejar de pisar su país, adonde acude periódicamente desde que cayó Ceausescu. Este maestro de 71 años ha recalado en Madrid para dirigir dos conciertos con la Orquesta Sinfónica de RTVE, con la que colabora desde hace 40 años. Comissiona ha sido testigo de un cambio de actitud entre los directores en los últimos tiempos: 'Los músicos ya no admiten dictadores con batuta, ahora buscan guías que les convenzan de que su visión de la música es válida y para eso hay que tener una cabeza de hierro y guantes de seda'.

Viaja solo desde que su mujer, Robinne, se puso enferma y no puede salir de Nueva York, donde viven. 'Es muy triste. La echo de menos porque era mi crítico más severo', dice. En su maleta lleva unas cuantas batutas de las que compra en Londres a 3.000 pesetas la pieza. 'Ahora las agito y las golpeo menos. La gente cree que me he calmado con la edad, pero no es eso. Es que están carísimas'. Viste jersey blanco, tiene pelo abundante y el rostro rojizo. Es amable y da las gracias cada dos por tres, hasta por las cosas que él mismo hace.

En sus actuaciones madrileñas, Comissiona ha interpretado la Tercera sinfonía de Mendelssohn, la Escocesa: 'Mendelssohn es un compositor maltratado por la historia. Es un genio delicado, poético, noble, un músico de guante blanco, con un ojo en Mozart y otro en Beethoven, un hilo para las nuevas generaciones a quien le debemos el descubrimiento definitivo de Bach', asegura Comissiona sobre el músico que dirigió en público la Pasión según San Mateo cuando nadie había prestado la menor atención a esta obra pilar de la música universal.

También tiene en el programa un concierto para violín y orquesta de Aram Khatchaturian. 'Este no lo he elegido yo, lo ha escogido Silvia Marcovici, que es la violinista que lo interpreta. Para mí es una pieza muy efectiva y llena de colorido, pero no es lo mejor del mundo', cuenta Comissiona. De todas formas, el maestro mantuvo la compostura durante el tiempo que sonaron las notas de Khatchaturian en el teatro Monumental de Madrid, aunque es una música que le trae recuerdos desternillantes: 'La primera vez que la interpreté en Bucarest lo hice junto a una violinista gorda que se presentó con un traje sin mangas. Cuando atacó el primer movimiento, las carnes no dejaban de moverse y es una imagen que no puedo quitarme de la cabeza, cada vez que lo recuerdo me entra la risa'.

No son las únicas anécdotas que guarda en el cajón. Desde que comenzó su carrera a los 17 años ha tenido tiempo de atesorar varias. Algunas con los grandes, como el gran pianista Rubinstein. 'Recuerdo que cada vez que salía al escenario se tapaba bien la calva, se fijaba en una chica guapa del público y decía que tocaba sólo para ella. Cuando le daban después las dos de la mañana hablando tras las actuaciones, también era para impresionar a alguna mujer', cuenta.

Disciplina

Ahora, para él es época de balances. 'Cuando comencé a los 17 años pensé que esto era fácil. Ahora, con 71, he cambiado de idea. Estoy aprendiendo a dirigir, de hecho. Tampoco me quito de la memoria a mi primer maestro, Eduard Lindenberg. Me decía que los directores teníamos que ser disciplinados y me obligaba a empezar las clases a las siete de la mañana, pero ni aun así se me ha quitado la tendencia que tengo a la vagancia'. Toda su vida ha huido de encasillamientos: 'Toco de todo, no quiero que me cuelguen etiquetas', algo que no le pasa en los 60 o 70 conciertos que da al año.

Pero lo que realmente le preocupa es la situación de su país, por ejemplo, y pasa a contar la anécdota del perro hambriento: 'En lo musical la situación es buena. Soy el primer director de la orquesta de Bucarest y siempre se llenan las salas. A los músicos que emigran se les acoge bien en otros países. En España, por ejemplo, hay 14 rumanos en la Orquesta de Bilbao, cuatro en Barcelona, otros cuatro en San Sebastián'. Lo malo es la economía. 'Es una catástrofe. Hay 300.000 perros sin hogar por las calles en busca de comida y como no encuentran, muerden a la gente. A mí me mordió uno el último día que estuve en Bucarest y me tuvieron que curar en el hospital'.

Sergiu Comissiona, el pasado martes en Madrid.
Sergiu Comissiona, el pasado martes en Madrid.MORGANA VARGAS LLOSA

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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