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Plácido Domingo consigue que 'Parsifal' vuelva al Teatro Real 80 años después

El tenor estrena mañana la monumental y difícil ópera de Richard Wagner junto a Agnes Baltsa

Jesús Ruiz Mantilla

A juzgar por las apariencias, uno podría decir que para cantar a Wagner se necesita presencia y cabeza grande. Así quedaba de manifiesto en la rueda de prensa de presentación de Parsifal, que tuvo lugar ayer en el Teatro Real de Madrid y en la que parlamentaron, además de Domingo, la cantante griega Agnes Baltsa, el bajo Matti Salminen, el barítono Franz Grundheber y el maestro García Navarro. Los cuatro cantantes son altos, fortachones, tienen voces sugerentes y amplios cráneos. Se debe necesitar volumen para meter dentro una partitura de cinco horas sobre el misterio, el paso del tiempo, la madurez, el aprendizaje, la moral, la aventura, el amor... Porque de eso trata la última ópera compuesta por Richard Wagner, estrenada en Bayreuth en julio de 1882, que va a ser representada en Madrid siete veces, desde mañana hasta el próximo día 15.

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'De Parsifal se ha hablado mucho. Han dado su parecer psicólogos, filósofos, músicos, críticos, escritores. Yo creo que es de una belleza impresionante y que los cantantes, en ella, somos parte de una orquesta, parte de su cromatismo', describió ayer Domingo, que ha dejado bien a la luz sus canas y que se presentó con traje azul y esa sonrisa amplia que se le queda cada vez que canta en Madrid, 'mi ciudad', dice. El tenor, imparable, incansable, irreductible, el supertenor, vamos, alejó los temores de retirada que se han generado después de que en su 60º cumpleaños, celebrado en el Metropolitan de Nueva York a primeros de año, él mismo cantara un aria de Otello cuya letra dice: 'Aquí está el fin de mi camino'. 'El momento de mi retirada está más cerca que hace 15 años, eso es verdad, pero llegará cuando yo me dé cuenta de mis limitaciones. Las conozco, y cuando vea que éstas pueden perjudicar el respeto que me tengo a mí mismo y al público, entonces diré adiós'.

Por lo pronto, espera que en esta ocasión el público de su Madrid del alma no se muestre tan bravo como se mostró con José Cura hace poco, a quien dedicó algunos pitidos en Il trovatore. 'El público de mi ciudad siempre me ha tratado bien. Ahora, no podemos evitar que entren los cuatro que vienen a molestar. Creo que debe existir un respeto a los artistas sobre el escenario y que no se les debe interrumpir, mientras cantan, con protestas. Bueno, creo que tampoco se les debe pitar al final, que se debe aplaudir o no aplaudir, pero nunca pitar, aunque eso no puedes evitarlo. Como todo, es cuestión de gustos'.

También Domingo dio su parecer sobre la labor de dirección del teatro y sobre el hecho de que las luchas entre el gerente, Juan Cambreleng, y el director artístico, García Navarro, estén en boca de todo el mundo. 'Creo que el balance de la gestión conjunta es muy positivo, pero me gustaría que se pudiera acercar a más gente al teatro, con óperas más populares', aseguró. García Navarro terció: 'A mí también me gustaría, pero tenemos un corsé que se llama presupuesto'.

La ocasión sirvió al tenor para rememorar la faceta wagneriana de su vida. 'Parsifal lo interpreto desde 1990, cuando debuté con este papel en el Metropolitan de Nueva York. En este año lo he hecho en París, en Madrid y de nuevo en Nueva York', cuenta. 'La versión de Madrid [que ha sido dirigida en escena por Klaus Maria Grüber] es muy minimalista. Su comprensión depende de nuestra expresión facial, mucho; corporal, un poco, y, sobre todo, vocal', señala Domingo. 'Hay que tratar de entender todas las interpretaciones y adaptarse a ellas'. Pero no es el único personaje con el que se ha metido. 'Mi primer papel wagneriano fue Lohengrin, que lo hice en Hamburgo en 1968. No lo pasé bien, no dominaba el idioma y tuve un lapsus que me dejó en blanco. No quise salir a saludar, pero el director me sacó y el público fue muy cálido. Para la siguiente representación me concentré en el hotel dos días, sin salir. Y todo fue bien. Existe la grabación, anda por ahí, está registrada', rememora Domingo.

Fuerza intacta

La fuerza de uno de los compositores que más han dado que hablar en la historia de la música, a favor, en contra, con amores y odios sectarios, sigue intacta y no dejará indiferente, según el tenor. 'Los wagnerianos vendrán a escuchar este Parsifal, que no se ve en Madrid desde 1921, con un respeto reverencial; los amantes de otro tipo de ópera, lo disfrutarán con interés, y quienes nunca hayan escuchado una pieza suya quedarán sorprendidos por muchas cosas', pronostica el artista. Domingo cree que para cantar esta ópera 'hay que ser músico, no sólo saber cantar; es la única manera de poder hacerlo bien'. Pero es que también hay que conocer la filología y la lengua alemanas para entender un texto en el que se incluyen vocablos inventados por el mismo Wagner. 'El texto va en función de la música, y el autor se inventó palabras que le sonaban bien para incluirlas', cuenta Domingo. Para prueba, el barítono Franz Grunheber, único alemán presente en la rueda de prensa, recitó una frase larguísima de su papel de Amfortas. Cundió el pánico ante la incomprensión general, pero nadie salió con ganas de invadir Polonia, que diría Woody Allen.

Plácido Domingo (a la derecha), con Matti Salminen, durante el ensayo general de <i>Parsifal</i> en el Teatro Real.
Plácido Domingo (a la derecha), con Matti Salminen, durante el ensayo general de Parsifal en el Teatro Real.MIGUEL GENER

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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