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Un adiós inevitable y amargo

El reciente encuentro sobre Blanco White en Sevilla muestra la compleja relación del escritor con su ciudad natal

José María Blanco White (Sevilla, 1775-Liverpool, 1841) es como uno de esos testigos incómodos e insobornables que se niegan a repetir lo que la gente quiere oír. En un país como España, donde es costumbre ancestral en el ámbito intelectual establecer escalafones y premios a repartir siempre y cuando nadie se salga del espectro marcado por las verdades sacrosantas, Blanco White es un individuo anómalo y rompedor. Juan Goytisolo señala en Obra inglesa de Blanco White: 'El que una obra tan rica, compleja y profunda como la de Blanco haya permanecido durante casi siglo y medio sin traducir muestra con aterradora elocuencia el bajísimo índice de curiosidad intelectual que caracteriza desde siempre a los españoles'.

Sin embargo, las ideas de Blanco White son como un potente río subterráneo que reaparece con fuerza de trecho en trecho. Sevilla fue escenario la pasada semana de un encuentro dedicado al escritor. La ciudad de la que Blanco White escapó agobiado por su intolerancia y estrechez de miras reconocía casi dos siglos después la fecundidad de su pensamiento. Precisamente, Sevilla, su ciudad natal, jugó un papel determinante en el alma de Blanco White, asaetada por sentimientos encontrados. Dos de los participantes en el encuentro de la pasada semana, el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla Manuel Moreno Alonso y el novelista Antonio Cascales, recuerdan la vinculación de Blanco White con Sevilla en el desarrollo de su obra.

¿No le quedaba ninguna otra opción al escritor que marcharse de Sevilla y exiliarse en Inglaterra? 'Sevilla es una ciudad muy intolerante. Sevilla era para él una ciudad pequeña, que vivía del pasado. Blanco White vivió en un clima religioso, ideológico y político insufrible. Los sevillanos eran más papistas que el Papa', señala Moreno Alonso. 'Un ejemplo refleja esta situación: Venía el rey Carlos IV a cazar avutardas en Santiponce. Su viaje era en otoño. En Sevilla no se sabía cómo recibirlo y el cabildo propuso organizar una Semana Santa en septiembre. Blanco White se rebeló contra todo eso', agrega el profesor. Moreno Alonso recuerda cómo un espectáculo de una sordidez extrema quedó grabado en sus pupilas infantiles. 'Cuando chico Blanco vio la quema en la hogera de la Beata Ciega en la plaza de San Francisco, donde solían celebrarse autos de fe', evoca Moreno Alonso.

Antonio Cascales, que publicó en 1994 la novela Crónica londinense del reverendo Blanco White, abunda en las afirmaciones de Moreno Alonso. 'Blanco White cuenta en su autobiografía cómo a los 27 años tenía una subsistencia honorable con expectativas de mejorar. Se le produjo entonces un profundo cambio espiritual y le entró aversión a la profesión de clérigo. No podía soportar el fanatismo del pueblo que cargaba la atmósfera de Sevilla', dice Cascales.

Sin embargo, el escritor sevillano nunca rompió del todo los vínculos con la ciudad. 'Blanco White mantuvo mucho contacto con Sevilla a través de las cartas con su hermano Fernando. En Inglaterra entró en contacto con Lord Holland, perteneciente a una de las familias más poderosas de ese país. Lady Holland era una mujer caprichosísima y le solicitaba a Blanco White incienso de la catedral de Sevilla para perfumar su casa. Blanco escribía a sus amigos que la mujer no se daba cuenta de que estaban en guerra', relata Moreno Alonso. 'Durante sus últimos años se le pasó por la cabeza volver a Sevilla, pero se dio cuenta de que no tenía sentido. Nunca le abandonaron los recuerdos de Sevilla', dice Moreno Alonso.

Cascales recuerda su 'amistad con el escritor sevillano Alberto Lista, que se mantuvo tras 22 años de estar separados'. 'La emoción los dejó sin habla en la visita de Lista a Oxford', agrega Cascales.

Pese al adiós a todo eso que dedicó Blanco White a su ciudad natal, el escritor tenía, a juicio de ambos estudiosos, algunos rasgos de carácter frecuentes en Sevilla. 'El sentido de la sagacidad, de las ideas que le salían de una forma muy ingeniosa, su humor... Todo eso era sevillano. Otro rasgo suyo es la brillantez con la que expone sus ideas, cómo las reviste con una retórica muy sevillana', comenta Moreno Alonso.

'El apasionamiento -la incapacidad de jugar a medias- y el orgullo son muy sevillanos. En sus recuerdos hay un humor muy especial que le viene de la familia de su madre: es una gracia enorme para contar las penas', explica Cascales.

Ambos coinciden en que Blanco White no permaneció tras su muerte tan olvidado en Sevilla como se acostumbra a sostener. 'Durante el siglo XIX se mantuvo el recuerdo de Blanco. En la Universidad de Sevilla se conservaron dos retratos de Blanco. Con todo, se le consideró como un poeta, un poeta un poco secundario, como todos los del comienzo del Romanticismo', dice Moreno Alonso. 'Cuando escribe su Historia de los heterodoxos españoles, Menéndez Pelayo lo sitúa como uno de los heterodoxos más importantes desde el Siglo de Oro. Lo juzga severamente, pero se nota en él que le tiene simpatía. Mario Méndez Bejarano publicó en los años veinte una biografía sobre Blanco. Por pereza mental la gente no se salió de ahí', indica Moreno Alonso.

'Un hombre de la generación posterior a Blanco que se dedicó a los disidentes religiosos, Usoz del Río, habla de él encomiásticamente. En las antologías aparecen fragmentos de su poesía, pero siempre mezclados con una biografía espuria, diciendo que su cambio fue motivado por la lujuria. Algo completamente falso', concluye Cascales.

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