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Columna
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El futuro

Rosa Montero

Qué tremenda la Ferrusola con sus declaraciones xenófobas. Como le contestaban unos inmigrantes en una pancarta, 'els diners que no parlen català tampoc entren?'. Y qué preocupante el apoyo que Pujol y Mas han prestado a sus barbarismos. Porque las palabras de doña Marta fueron exactamente eso, simples desatinos, majaderías nacidas de una incultura sideral. La escuché por la radio y estremecía oírle decir, por ejemplo, que dentro de diez años no habrá iglesias románicas, sino mezquitas. Es posible que esas sandeces paranoicas y etnocéntricas sean compartidas por un número considerable de personas; pero eso no es una justificación de su validez, sino que, por el contrario, debería alarmar y avergonzar a Pujol y a Mas. Porque es una bomba de relojería contra la convivencia, y porque supone un fracaso político del que son en gran medida responsables.

Lo interesante del caso Ferrusola es que muestra la urgencia y la verdadera dimensión del problema de los emigrantes. Nos estamos jugando literalmente el futuro con este asunto; de nuestros actos de hoy depende que tengamos mañana un país multicultural, pacífico y cohesionado, o que vivamos en una sociedad injusta, extremadamente violenta y amedrentada. Cada día que pasa sin que avancemos en la construcción de ese futuro es un día que perdemos. Necesitamos a los inmigrantes; y necesitamos aprender a convivir con ellos. Éste es un reto apremiante y crucial, el asunto más importante al que se enfrenta este país además del terrorismo (por cierto que ambos temas comparten la intolerancia xenófoba); y es un reto, por añadidura, que nos afecta a todos.

Quiero decir que los inmigrantes no son un problema sólo del Gobierno, sino de toda la sociedad. Esto es, están implicados los dirigentes autonómicos, los partidos políticos, las instituciones, los medios de comunicación, los ciudadanos. Fue un alivio escuchar las lúcidas palabras de Zapatero hace unos días, cuando exhortó al PSOE a dejarse de intereses partidistas en el tema de la emigración, porque arriesgamos demasiado. Necesitamos que un impulso de grandeza recorra este país, para resolver este asunto con decencia y poder estar a la altura de la Historia.

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