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Columna
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23-F

La aparición de meritorios trabajos sobre el golpe de estado del 23-F de 1981 tal vez se deba a la maniática tendencia humana de envejecer de 20 en 20 años o al tragicómico saber simbólico que ya desde los mayas consideraba el número 20 como la representación del hombre y la Unidad Primera, es decir, divinidad agraria, solar y arquetípica. De todas las nuevas revelaciones sobre aquel maldito embrollo me quedo con la implicación del Cesid, aunque no me aclaro, como se dijo ya hace 20 años, si el Cesid propició un golpe para hacerlo fracasar o dejó hacer, dejó pasar hasta que la Guardia Civil amotinada demostró que el movimiento, incluso nacional, se demuestra huyendo.

Observo, sin embargo, que las nuevas indagaciones no han servido para detectar el turbio asunto de las tramas civiles y ahí está el malogrado García Carrés como el único chivo expiatorio de paisano, aunque ya entonces se insinuaron complicidades de poderes fácticos económicos, incluido algún banquero asilvestrado que en 1981 todavía no se había reciclado democráticamente. Aunque casi todo el mundo está de acuerdo en que la decisión del Rey arruinó la intentona golpista, creo que también tuvo un papel criptodemocrático extraordinario el incomprendido Tejero. El golpe lo arrunió Tejero y su brain trust mediante el despliegue de vocerío, tiroteo e intento de zancadillear a Gutiérrez Mellado, mientras Carrillo no se tiraba al suelo y Fraga Iribarne, por primera vez en su longeva vida política, tardó en reaccionar, según sus hábitos declamatorios desafiantes, pero antes que la Conferencia Episcopal Española.

De la misma manera que el Gobierno del Partido Popular (PP) ha rehabilitado al en otro tiempo claramente considerado policía torturador Melitón Manzanas, que nadie se extrañe que con el tiempo tal vez se reconozca el mérito del golpe tejerino, inspirado por algún historiador de la nómina franquista, capaz de recordar el golpe de Pavía y dejar por los suelos la ética ya estética de la nueva democracia. Todos al suelo. No lo olvidemos y no lamentemos no saber cuántos golpistas todavía andan sueltos. Dentro de 20 años, o todos jubilados o todos calvos o todos muertos.

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