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Procesado un obispo francés por no denunciar a un abad que le confesó sus abusos sexuales

El prelado se limitó a cambiar al violador de parroquia y a enviarle a ejercicios espirituales

El abad René Bissey fue condenado el pasado 6 de octubre de 2000 a 18 años de cárcel por violar y abusar sexualmente de 11 adolescentes. Durante el juicio, los padres de las víctimas, escandalizados por la arrogancia del obispo y los cada vez más numerosos indicios en su contra, decidieron querellarse contra Pican.

Los hechos, ocurridos hace más de diez años en una región en la que el peso del catolicismo es muy fuerte y en la que la enseñanza religiosa ha desempeñado un gran papel en el mundo rural, eran conocidos de Pican, según la acusación, al menos desde 1990, cuando recibió un anónimo denunciando a Bissey. 'Los anónimos los tiro a la papelera', les respondió el obispo a los padres de las víctimas. Este gesto de desprecio por la maledicencia no fue aplaudido. Y ahora el obispo corre el peligro de que le envíen a hacer compañía a Bissey durante tres años.

Relato de una madre

Uno de lo principales apoyos de la querella radica en que en 1996 la madre de una de las víctimas acudió al palacio episcopal y le reveló al obispo Pican lo que su hijo, entre sollozos, había contado del sacerdote pedófilo. Ya no era una denuncia anónima, sino con rostro, nombre y apellidos.

La reconstrucción de los hechos efectuada por la acusación sostiene que a raíz de esta intervención el prelado intentó poner freno a la querencia de Bissey por los menores. Pero lo hizo por la vía de los paños calientes y el silencio, evitando en todo momento que el desprestigio del sacerdote recayera sobre su iglesia.

De entrada le cambió de parroquia para romper los vínculos de dependencia y temor que hubiese podido establecer con los niños. Luego lo envió a unas semanas de ejercicios espirituales y más tarde, tras una entrevista, lo cambió otra vez de destino. 'Desde 1997 Bissey dejó de molestar a los niños', asegura Thierry Massis, el abogado de Pican, como prueba de la eficacia de las medidas adoptadas por el obispo.

Otro punto importante del proceso abierto contra el obispo, procede de las declaraciones del propio Bissey. El abab, quien durante el juicio no dio señales de ser persona misericordiosa con los adolescentes de los que abusó, implicó ante los jueces, posiblemente sin querer, a Pican al señalar, en relación con los hechos, que se había confesado con él.

Vuelta a empezar

Pero en este caso, el secreto de confesión, lejos de actuar como un escudo protector frente a la obligación de denuncia, ha venido a apuntalar las acusaciones de los padres de las víctimas. 'Bissey no se arrepentía nunca: se limitaba a confesarse y luego volvía a empezar', sostiene el letrado de la acusación Jean Chenais..

Tampoco consideran los padres de los menores que la actuación episcopal fuese decisiva a la hora de poner punto final a los abusos. Para ellos, fueron más eficaces 'la policía y el miedo a verse sorprendido'. 'Lo importante es que la justicia se hace por fin eco del dolor de los niños y se niega a seguir cubriendo la Iglesia con el manto del silencio', asegura, un tanto retórico, el abogado Chenais.

El proceso, cuya vista se abrirá en junio, supone un nuevo golpe para el clero francés que, además de haber sido sacudido por otros escándalos sexuales, ya vio en 1996 cómo el Gobierno rompía la tradición de refugio de la Iglesia al derribar a hachazos las puertas de una parroquia en la que se amparaban 300 emigrantes sin papeles.

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