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Columna
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Cuadros y leones

Hay gente que se lleva cosas y gente que las tira, y esas dos clases de personas son exactamente igual de malas, aunque unas hagan justo lo contrario de las otras. Puede sonar raro, pero a veces es así, a veces la otra cara de la moneda es otra cruz y lo que hay encima de un sótano no es nada más que otro sótano. En cuanto a los robos, no hace falta más que abrir el periódico y ver el amplio catálogo del que disponen los ladrones: a veces estrellan un coche contra el escaparate de una joyería; a veces hacen un túnel hasta una caja fuerte; a veces encañonan a los empleados de un banco; otras se meten en política y llegan a ministros o a alcaldes. Ayer mismo se publicó un anuncio curioso en la prensa: se veían las fotos de cinco lienzos, en los que había un poco de todo, desde un perro contemplando el horizonte hasta la coronación de una virgen y un grupo que jugaba a la gallina ciega. Uno de los cuadros se le atribuía a Velázquez y otro a un discípulo de El Greco. El texto del anuncio decía: 'Se buscan obras de arte robadas. ¡Se ofrece recompensa! Cuatro cuadros y una escultura han sido robados de unas oficinas de Madrid el pasado 13 de enero de 2001. Si tiene cualquier información que ayude a dar con el paradero de las obras, llame al teléfono de la policía de Madrid 092. Gracias por su colaboración'. No decía nada más, ni de qué oficinas habían sido robadas las obras ni cuál era la recompensa que se ofrecía. No sé, quizá no se tratase de un auténtico robo, sino de una instalación, una performance de alguno de los artistas de Arco, parecida a la que hizo una vez en Nueva York la maravillosa Yoko Ono: anunció a bombo y platillo, en los diarios y emisoras más importantes, una exposición en la que se iba a ver lo nunca visto. La gente fue en masa al museo y se formaron grandes colas. Según iban llegando, los visitantes se encontraban a la propia Yoko a la entrada de la pinacoteca. Cuando les llegaba su turno, ella les daba la mano y las gracias por haber ido. Eso era todo, no había nada más. Esa era la performance, ir y que Yoko te diese la mano. Lo nunca visto era que no había nada que ver, era cualquier cosa que uno fuera capaz de inventarse, cualquier cosa con la que se pudiese llenar el espacio en blanco abierto por Yoko Ono.

Por supuesto, habrá quienes piensen que la exposición sin cuadros ni museo de Yoko no fue más que una tomadura de pelo, pero se puede decir que, como experiencia, es interesante: ¿acaso no es una de las funciones del arte moderno la de abrirnos los ojos, hacernos crear algo, en lugar de ser meros espectadores de lo que vemos? Una seguidora de Yoko Ono, Sophie Calle, hizo otra exposición de fotos en la que las obras eran, precisamente, imágenes de los muros de una galería robada, de los rectángulos vacíos y decolorados donde antes colgó un cuadro. Se me ocurre que la oficina robada podría inaugurar tres futuras muestras: en la primera estarían los huecos, las paredes saqueadas; en la segunda habría una foto policial del delincuente que les robó, si es que lo pillan, o de los delincuentes, si han sido varios; en la tercera, los cuadros volverían a estar en su sitio. A fin de cuentas, el robo es también, por desgracia, parte de la historia residual de la pintura, como las falsificaciones, las subastas o las ferias.

Pero decía que los que abandonan algo suyo pueden ser tan horribles como los que se llevan algo de otro. Hay gente que abandona a sus animales de compañía al llegar el verano; hay gente que abandona a sus hijos a la puerta de un hospital o de una comisaría, metidos en una bolsa de deporte o en una caja de cartón. Y luego está Ángel Cristo, que abandona las fieras de sus circos. Ya lo ha hecho más veces, pero da la impresión de que nadie se ha preocupado gran cosa por perseguir y evitar un acto vandálico de esa naturaleza. Ahora mismo, en la pequeña localidad de Titulcia, hay cinco leones y un tigre abandonados por el domador en el Safari Park de Aldea del Fresno. Los animales llevan un año encerrados la mayor parte del tiempo en un carromato y Cristo ha sido sancionado con una multa de un millón doscientas mil pesetas. ¿A quién prefieren ustedes, al ladrón de cuadros o al maltratador de los leones? ¿Quién les parece peor? ¿Quién merece más castigo? ¿Qué les indigna más, lo de los cuadros o lo de los leones?

Menos mal que el caso está en manos del Ministerio de Agricultura. Se rumorea que en cuanto Cañete se coma otros doscientos solomillos ante la prensa se pondrá con lo de los leones. Tiembla, Ángel Cristo.

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