Campamento de la esperanza en Castellana 142
1.500 trabajadores acampan desde el 28 de enero en la arteria madrileña para reivindicar sus salarios impagados
Encontrarse, poco después de las ocho de la mañana, a un corneta de perilla blanca y vestido de paisano en pleno paseo de la Castellana no suele ser frecuente en Madrid. Salvo en estos días.
El corneta, voluntario, se llama Manuel Lozano. Es granadino de Aldeire. Tiene 48 años, está casado y es padre de un chico y una chica. Manuel posee la mirada de un adolescente travieso. Desciende con una toalla sobre el hombro por el paseo madrileño. Va a desayunar en dirección a lo que llama Andalucía. A su espalda, Cataluña, y enfrente, Asturias.
La charada geográfica por la que avanza es la improvisada distribución territorial, en cuatro grandes islotes ajardinados, de las 300 tiendas de campaña en las que acaban de pernoctar los aproximadamente 1.500 obreros y técnicos de los 1.818 de la empresa Sintel, a cuya plantilla pertenece desde hace 23 años Manuel Lozano, también conocido como El Turuta. Sintel era una instaladora dependiente de Telefónica hasta 1996, en que fuera vendida a un cubano exiliado, Jorge Mas Canosa, amigo del presidente Aznar. Mas Canosa falleció en 1997. Después de tres años de contratos aceptables para las delegaciones de la empresa en 34 provincias, la entidad entró en una espiral descontrolada que le ha llevado a operar tan sólo en seis o siete escenarios provinciales. Y, lo que es más grave, a adeudar a todos sus trabajadores siete meses, ya, de nómina. 'Ni nos da trabajo ni nos despide', se enciende Manuel. Para reivindicar su salario, él y sus compañeros, llegados de toda España, decidieron el pasado 28 de enero, y hasta que reciban sus nóminas atrasadas, acampar en el paseo de la Castellana. Lo han hecho a partir del número 142, junto al estadio Bernabéu, hasta bien pasado el Ministerio de Ciencia y Tecnología, esquinero con el de Economía, en cuya fachada oeste se concentra el grueso, madrileño, del campamento. Un mar de banderolas con los anagramas de Comisiones Obreras, Unión General de Trabajadores, Confederación General del Trabajo, Solidaridad Obrera y otros sindicatos, junto con enseñas de 14 comunidades autónomas y pancartas jocosas o descarnadas, flamea por la arteria madrileña, que parece haberles adoptado.
El Día de San Valentín vinieron sus compañeras y han dejado sus tiendas perfumadas
'La gente de Madrid es estupenda, por no decir cojonuda', dice Lozano con un brillo líquido en la mirada. 'Una vecina nos bajó el otro día un jamón; al poco, el conductor de una furgoneta nos dijo que su jefe le había pedido que descargara seis cajas de vino para nosotros... Esto no se ve en ningún sitio', confiesa con gratitud. 'Incluso el portero de una finca cercana se acercó y nos dio 10.000 pesetas -¡fíjese, 10.000!- de su salario'. Prosigue con emoción su relato: 'Si vamos al metro, los de taquillas nos dicen que no tienen cambio y pasamos gratis; en los autobuses, otro tanto: nos abren las puertas, seamos cinco, 15 o 50... Hasta algunos policías nos han confesado que somos víctimas de gánsteres y se solidarizan con nosotros'.
La jornada comienza en torno a las 8.30, explica Manuel. 'Con esta corneta, que aprendí a tocar hace tres años', la señala, 'toco diana, a ser posible, floreada'. Las 1.500 personas, casi todas hombres, que han pernoctado en sacos de dormir y en colchonetas, se levantan entonces. 'El 14 de febrero, san Valentín, vinieron nuestras mujeres y las tiendas nos han quedado perfumadas', sonríe con añoranza. 'Luego, desayunamos. No nos faltan café ni bollos. Unos gallegos han descubierto un método de financiación muy simple: ponen un tenderete y venden bonos de solidaridad a 200 pesetas. Con eso', explica, 'sacamos al día unas 40.000 pesetas, que, añadidas a los 20 duros simbólicos que cada uno pone, redondeamos cuentas'. A las 10.30, manifestación hasta el Ministerio de Trabajo. Allí, asamblea. Retorno a comer. Por la tarde, 'por ejemplo, a la puerta del hotel Ritz, a saludar al presidente de Telefónica y a celebrar con él su comida a 25.000 pesetas el cubierto...'.
¿Hasta cuándo así, Manuel?
'Hasta la victoria'.
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