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Columna
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La ley del 'txoko'

Antonio Elorza

Al parecer, Joseba Egibar ha anunciado que el PNV incluirá el derecho de autodeterminación entre sus propuestas electorales. Habida cuenta de la política que el partido viene desarrollando desde que ETA suspendió la tregua, se trata de una medida lógica y que además puede ser rentabilizada en términos de votos. A fin de cuentas, los cuatro puntos que acaba de enunciar Ibarretxe tienen como único contenido político el planteamiento de la autodeterminación; no es otra cosa que el llamamiento a un diálogo cuyo resultado tendría que ser una consulta electoral en la que el pueblo vasco decidiese ('que la sociedad vasca sea consultada para que pueda ejercer su derecho a decidir libre, pacífica y democráticamente su futuro'). Por otra parte, si bien el porcentaje de vascos favorables a la independencia -dicho en plata, sin 'soberanismos' y otras monsergas- es del todo insuficiente, en torno al 30% en la CAV, el acuerdo genérico sobre el derecho de autodeterminación es claramente mayoritario. Muchos ven (vemos) en el reconocimiento de ese derecho una simple consecuencia de la profesión de fe democrática. Sólo que aquí se acaban las coincidencias acerca de su contenido y aplicación, porque, al margen de la experiencia concreta de la emancipación de los países coloniales, inaplicable al caso vasco, en la historia del ejercicio de ese derecho ha prevalecido de forma preocupante la manipulación y, por consiguiente, la eliminación de la democracia.

Ante todo, hablar sin más de autodeterminación, o no significa nada, o, como en el discurso de Egibar y Arzalluz, supone presentar un objetivo político, la secesión, bajo una máscara de rasgos más favorables. Como en el caso del matrimonio, el ejercicio del derecho de autodeterminación requiere una presunción razonable y fundada de que existe una voluntad positiva de alcanzar su finalidad política -constituir un Estado propio, adherirse a otro- en el sujeto que va a ejercerla. Yo puedo tener derecho como cualquier otro mortal a contraer matrimonio con una maravillosa estrella de cine, pero tendría poco sentido que planteara el ejercicio de ese derecho, y menos que me pusiese a matar y extorsionar si no me era concedido. Lo mismo cabe decir de Colmenar Viejo o de Navarra respecto de España o de Burdeos y el País Vasco francés respecto de la República Francesa. El hecho de que una banda de criminales políticos cometa una sucesión de actos sanguinarios como prueba de que 'el pueblo vasco' exige tales autodeterminaciones, y que dos partidos de apariencia civilizada, PNV y EA, respalden dicha falacia con un discurso seudopacifista, sólo prueba que sí hay objetivos políticos perversos y que la condición democrática se envilece si en la persecución de tales objetivos el supuesto demócrata se coloca al lado del terror.

Tampoco un 30% de independentistas en la CAV parece base suficiente para que un grupo democrático plantee el ejercicio de la autodeterminación, y menos para el conjunto de Euskal Herria. Sólo si tenemos en cuenta que tal petición se hace a la sombra de un terrorismo que persigue la misma meta, semejante postura política adquiere sentido, aunque bastante siniestro. Los gestos compungidos en los funerales tienen entonces el mismo valor que las conocidas imágenes del mundo de los gánsteres en los filmes de serie negra. Porque de lenguaje de gánsteres se trata al buscar por todos los medios, unos con el terror y otros a la sombra del mismo, un fin político claramente minoritario en la sociedad vasca y que sólo mediante una convergencia de intimidaciones puede prosperar. Una autodeterminación democrática requiere un clima de absoluta normalidad y ausencia de coacciones, no esa terrible atmósfera viscosa donde un consejero del Interior del Gobierno vasco dice con la punta de los labios 'no a ETA' mientras de forma clara y terminante pronuncia la satanización de sus víctimas, incluida la policía autonómica a cuyo frente está. La ley del txoko invocada por el acusador Emilio Guevara es hoy por hoy una ley inexorable de eliminación del otro. De ahí que sea imprescindible pedir diálogo, pero diálogo para un acuerdo contra el terror sin asumir sus metas, y exigir al PNV que no se refugie tras el biombo de la autodeterminación; si tal cosa busca, que proponga honestamente a los electores secesión o independencia.

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