La zona de residencia marca la diferencia
Cuando se respetan las reglas, los niños franceses van a la escuela de su barrio. No se trata de una elección, sino de una obligación. Pero esto era aceptable cuando los barrios eran mixtos, cuando ricos y pobres, franceses de quinta generación e inmigrantes recién llegados vivían en un mismo inmueble: unos en un gran apartamento, los otros hacinados en buhardillas, pero todos en la misma zona. Los hijos del patrón y los del obrero se encontraban luego en las escuelas y vivían sin saberlo un reto social.
Pero las grandes ciudades, con sus alquileres prohibitivos, han hecho que buena parte de las clases populares se refugie en los barrios, en el cinturón de la urbe. Los inmigrantes y los parados viven en su gran mayoría en esos suburbios. Y sus hijos encuentran en la escuela a otros como ellos: que hablan mal el francés, que tienen el árabe o el chino -en otras épocas el español, italiano o polaco- por lengua materna, que viven en un entorno en el que los vínculos sociales -la familia, el sindicato- aparecen muy debilitados, en el que no hay futuro profesional y en el que sus padres o hermanos mayores están familiarizados con el paro, la droga o la delincuencia.
Las familias con más dinero optan por las escuelas privadas: un 44% de los hijos de empresarios, un 36% de los de campesinos y un 30% de los de los cargos superiores de las empresas acuden a ellas. En un 77% de los casos admiten que si han optado por la privada no es porque la educación sea de mejor calidad, sino porque hay una selección a la entrada: no hay pobres y la variedad étnica es reducida.
La escuela pública sigue siendo mayoritaria, pero un 20% de los padres logra que sus hijos no vayan al centro que les corresponde geográficamente. En un 49% de los casos, el vástago es enviado lejos para buscar mejores compañías; en un 29%, para que estudie en un lugar que tiene tradición de obtener buenos resultados, y en un 38%, para que encuentre más materias optativas.
La conclusión es que los alumnos que van al centro que les toca en función de su residencia tienen padres que se ocupan poco de ellos y aún menos de sus estudios. No es una deducción científica, pero sí se observa en un alto porcentaje.
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