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Columna
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Cuchillo

Manuel Vicent

Este viejo cuchillo convertido ahora en pieza de convicción del doble homicidio había permanecido en la cocina desde que ellos se casaron en la lejana primavera de 1938 y aún en medio del odio de la guerra civil sólo había servido para cortar el pan. Un buen cuchillo sabe en cada momento lo que quiere su amo. Mientras esta pareja fue feliz el cuchillo descansaba muy relajado en un cajón de la alacena después de partir el alimento de la familia. Cuando los cadáveres fueron llevados al depósito el retrato de la boda había quedado sobre el aparador. Era ya una foto amarilla. En ella se veía a los novios sonriendo con los ojos espantados a causa del fogonazo de magnesio. Entonces esta pareja ignoraba que cualquier sentimiento que tuviera a lo largo de su vida quedaría inscrito en la hoja de aquel cuchillo hasta crearle un alma, de la misma forma que ellos habían mandado grabar en el mango sus iniciales. Se unieron en matrimonio durante la guerra en zona nacional y aquel cuchillo fue utilizado para partir la tarta mientras llovía hierro. Luego su hoja, que tuvo que ser afilada muchas veces, se fue acomodando al chusco de racionamiento en la posguerra, al primer pan blanco de los años cincuenta, a la alegre tortilla de patatas en las excursiones del domingo con los hijos y participó en todos los bautizos, comuniones y meriendas hasta llegar al jamón de la prosperidad mientras la pareja a su vez iba madurando y su vida se entreveraba con el amor y el tedio de todos días. De noche el cuchillo dormía ajeno a la violencia del mundo, aunque no dejaba nunca de registrar las pasiones y altercados que se sucedían en la casa. Se puede explicar que entre parejas jóvenes el macho incapaz de asimilar la libertad conquistada por su mujer la acuchille llevado por los celos. Pero estos dulces ancianos paseaban de la mano por el parque cada mañana y ella le quitaba las pelusillas del jersey con una ternura que emocionaba a los vecinos. Se creían tan felices porque sin saberlo el odio acumulado a lo largo de tantos años lo habían transferido al alma del cuchillo quedando fuera las sonrisas, si bien el cuchillo estaba ya sumamente cargado y llegó el momento en que una simple discusión por una pizca de sal hizo que el cuchillo entrara en acción por su cuenta de forma automática. Durante la pelea su hoja penetró varias veces en el cuerpo de los dos. Se amaban. Pero sólo el cuchillo sabía también cuánto se odiaban.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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