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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La Europa solidaria debe renacer

Fernando Gualdoni

En la economía social está la clave, según defiende el autor de este libro, de que la mundialización y la modernización sirvan al ser humano y no que éste sólo sea un simple productor o, peor aún, un siervo de las actividades económicas. ¿Cómo lograr esto? De eso trata el texto, de una teoría, una propuesta. En este caso, Jeantet reivindica la función de las mutualidades, las cooperativas y de otras asociaciones con este tipo de perfil como la demostración de que existe una manera más solidaria de crear riqueza, tanto en el ámbito del mercado como fuera de éste.

Sobre 370 millones de habitantes que tiene Europa, unos 248 son miembros de cooperativas, mutualidades y asociaciones, según el autor, y hay que aprovechar esta característica europea para lograr un crecimiento económico con dimensión humana. Jeantet, al tiempo que avisa sobre la existencia de estas asociaciones y sobre la cantidad de personas que de algún modo están conectadas a ellas, advierte de que la mayoría son todavía poco conocidas o mal conocidas. El autor las apoya pero al mismo tiempo les pide, o exige más bien, que refuercen y modernicen su identidad, que reivindiquen sus propios principios (democracia, no lucratividad, solidaridad, búsqueda de la mejor relación calidad-precio, desarrollo de la persona). Todas estas instituciones deben innovar si quieren ser capaces de servir con eficiencia a los fines para las que fueron creadas.

La economía social europea

Thierry Jeantet. Editado por Ciriec España

Para el autor, la participación del ciudadano para dotar a las actividades económicas de una concepción más humana. No se trata, como insiste, en rechazar el elemento económico ni los intercambios comerciales, monetarios, financieros, nada de eso. La economía social está para que no le baste que los mercados financieros generen un mecanismo automático de equilibrio.

La economía, que los tiempos que corren necesita la palabra social detrás para diferenciarse de la financiera, es, y siempre ha sido, una ciencia social cuyo objetivo es el de satisfacer las necesidades del hombre, incluyendo el ocio y la cultura, además del albergue y los alimentos. En este momento, la economía social ya no se enfrenta, como el siglo XIX, a una única revolución, la industrial, sino a un conjunto de revoluciones y transformaciones complejas, enmarañadas, que no dan tiempo a reaccionar. Al mismo tiempo, debe enfrentarse a los mismos síntomas: la creación de una mayor riqueza y la mala distribución de la misma.

'A la economía social se le exige que actúe', dice el autor. 'Tiene una existencia mundial, un anclaje histórico, representaciones diversas y un peso social y cívico fuerte, incluso si está disperso', afirma. Los actores dentro de la economía social, los gobiernos, los sindicatos, las cooperativas, las fundaciones, no pueden contentarse con que la contribución de la economía social se limite a acciones caritativas a corto plazo. Deben planificar acciones a medio y largo plazo que modifiquen el equilibrio social para hacer retroceder los efectos negativos de los mercados financieros y de los sistemas públicos.

El libro no fomenta la destrucción de la Bolsa ni de acabar con el FMI o quemar el dinero de los bancos, sino que insta a que se haga algo porque haya una mejor redistribución de esa riqueza, para que ello deje de ser una utopía de una vez por todas.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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