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La rehabilitación del barrio de Lavapiés obligará a mil familias a dejar sus casas

Los vecinos se niegan a abandonar sus infraviviendas y ser realojados por el Ayuntamiento

Antonio Jiménez Barca

Herráez confía en que la mayoría de estas personas puedan acceder a un piso en régimen de alquiler de la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV). Al menos, ésos son sus planes. 'Serían alquileres de 10.000 o 15.000 pesetas al mes como mucho', asegura.

Estas infraviviendas están situadas en los patios de las viejas corralas. Cuando en el siglo XIX se construyeron estos típicos edificios, el patio se abría despejado y las casas se situaban alrededor de él. Pero según pasó el tiempo, estos patios interiores se han ido poblando de viviendas que en su mayoría no reúnen las mínimas condiciones de habitabilidad y, además, restan luz a las casas de las plantas bajas.

La rehabilitación de Lavapiés comenzó en 1997. Las tres administraciones implicadas (Gobierno regional, Ayuntamiento y Ministerio de Fomento) se comprometieron entonces a invertir más de 11.000 millones en varios años para reformar calles, alcantarillado y viviendas. La parte más fácil, a juicio del concejal de Vivienda, se está llevando a cabo: las calles y las tuberías, la reforma de plazas y las fachadas. Queda lo más difícil: realojar a los vecinos que habitan infraviviendas. 'Es muy complicado: hacen falta viviendas protegidas para estas personas y, en muchos casos, hay que convencer a estos madrileños de que tienen que dejar su vivienda', explica Herráez.

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No será fácil. El estudio municipal incluye un sondeo de opinión a 484 personas que habitan en infraviviendas de Lavapiés. El 63% de los encuestados quiere 'volver al edificio tras eliminar la infravivienda', lo que en la mayoría de los casos no será posible. El 14% se muestra partidario de cambiar de edificio, pero no de barrio. Sólo el 13,8% de los vecinos preguntados ve con buenos ojos acogerse a la opción que prefiere el Ayuntamiento: 'Acceder a una casa en otro barrio en inmuebles de la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV)'. El 6,2% está dispuesto a recibir una 'indemnización como pago del valor de la vivienda'. Y sólo el 2,5% estaría de acuerdo en abandonar su casucha y ocupar una plaza en un centro de la tercera edad.

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Escepticismo

Desde dentro, las promesas del concejal de Vivienda se ven con escepticismo. 'Está muy bien eso, pero yo me pregunto dónde están las casas', señala Eduardo Gutiérrez, de la Asociación de Vecinos La Corrala de Lavapiés. Gutiérrez recuerda que el Ayuntamiento ya ha prometido en varias ocasiones, en los últimos tres años, rehabilitar a los moradores de infraviviendas, y todavía no se ha llevado a cabo. 'Que yo conozca, aún no se ha realojado ni a una sola persona. Y eso es debido a que, como ya he dicho, falta lo más importante: los pisos de la EMV. Se necesitan 1.000 pisos y no hay ni uno'.

Este miembro de la asociación La Corrala es consciente de que los vecinos no quieren abandonar el barrio aunque habiten en una infravivienda. 'Y tienen todo el derecho del mundo a quedarse en Lavapiés si ellos quieren. Por supuesto, si alguien, porque así lo desea, quiere irse a pisos protegidos de la EMV en la periferia, pues muy bien. Pero no debe ser obligatorio'. Gutiérrez concluyó: 'El problema es que tampoco en los nuevos barrios hay, hoy por hoy, pisos protegidos para estos realojos'.

El sondeo que ha llevado a cabo el Ayuntamiento de Madrid también ha incluido una encuesta sobre la percepción que tienen los habitantes de Lavapiés acerca de su barrio y sus principales problemas.

Según la encuesta, lo que más preocupa a los vecinos de este céntrico barrio es la inseguridad; después, la infravivienda. El tercer problema al que se enfrenta el barrio es la falta de zonas verdes, y el cuarto, la convivencia con extranjeros. Después, 'la mala imagen del barrio' , 'el consumo de drogas' y el 'ruido'.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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