_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cataluña y Euskadi

Lo más relevante de la declaración antiterrorista suscrita por todas las fuerzas políticas catalanas (desde el PP hasta la independentista Esquerra Republicana) es precisamente la unanimidad que ha concitado. La ofensiva de ETA en Cataluña, en la que los terroristas creyeron ver un eslabón débil en la resistencia democrática frente a sus pretensiones de imposición, requería una respuesta unitaria. La de una sociedad plural, pero en la que existe en torno a la autonomía una amplia superficie de valores compartidos. Que algo así sea imposible en Euskadi es algo que debería hacer pensar a quienes llevan 20 años gobernando en Vitoria: la ruptura del consenso forjado en torno al Estatuto de Gernika, y que agrupaba al 80% de los vascos, ha acabado rompiendo también el acuerdo antiterrorista. Más que lamentarlo, el lehendakari debería extraer la consecuencia obvia que se deriva de esa diferencia entre el acuerdo catalán y el eco nulo de su propia enésima propuesta.

El texto del Parlament refleja el común denominador de una sociedad que, si bien lleva también 20 años gobernada por el nacionalismo, nunca ha realizado concesiones indebidas a los grupos violentos. La declaración supone reconocer que la sociedad catalana considera como propio el problema del terrorismo etarra, y no como una cuestión exterior muy compleja, según una vieja tentación escapista. Su contenido es ciertamente genérico, pero deja claro el rechazo de cualquier justificación del recurso a la violencia en nombre de supuestos problemas políticos. Aboga por la colaboración entre las instituciones y reclama un diálogo circunscrito a las formaciones democráticas; es decir, con exclusión expresa de las que no lo son.

Sería ilegítimo, por tanto, cualquier intento de invocar el acuerdo como contrapuesto al suscrito entre el PP y el PSOE, cuyo objetivo esencial es dejar claro que, cualquiera que sea el signo del Gobierno de España, no habrá beneficios políticos derivados de la violencia. Rebajar ese consenso básico para que pueda sumarse a él el nacionalismo que no acaba de romper con los principios de Lizarra habría sido una torpeza. El compromiso catalán no se opone a ese acuerdo, pero tiene otros objetivos, entre los que era decisivo el de presentar un frente común de nacionalistas y no nacionalistas en la respuesta al desafío de ETA en su comunidad.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_