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Columna
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De prestado

Hay pocas cosas peores que un clima autoritario dentro de la familia. Impide el desarrollo individual de los miembros, aplasta su personalidad y limita sus decisiones al acto de obedecer lo que se considera correcto. Hay pocas cosas peores y, sin embargo, todavía resulta más desastroso cuando esa autoridad impuesta tiene carácter inestable, irregular. Cuando premia, transige o castiga en función del humor que tiene en ese momento. En el autoritarismo irregular, nos vemos obligados a interpretar continuamente los signos más imperceptibles y sutiles de la autoridad para calcular lo que podemos hacer en cada momento. Vivimos de prestado, pendientes del estado de ánimo del poder, al que terminamos odiando y despreciando porque acapara todas nuestras obsesiones.

La descripción anterior es un viejo mecanismo psicológico, que tiene efectos muy destructivos. Por eso resulta alarmante que se extienda poco a poco por nuestra sociedad, de forma insidiosa, casi sin darnos cuenta. Aparecen leyes más o menos discutibles, como todas, que las autoridades advierten que se pueden aplicar, pero sin exageraciones. Por ejemplo la de extranjería, una más entre muchas. Ya tenemos a las gentes pendientes del humor y el talante de nuestras autoridades. El Plan Hidrológico produce enfrentamientos entre adversarios políticos y dentro de los mismos partidos, pero muchos ya piensan que el humor de los próximos años hará que las aguas vuelvan poco a poco a su cauce.

Igual que los cinturones de seguridad dentro de las ciudades. Puede parecer un ejemplo trivial, pero produce los mismos efectos humillantes. Casi nadie lo lleva puesto y no hay problemas. Salimos a la calle de prestado, no pasa nada. Hasta que alguien decide aplicarte el reglamento. Entonces se nos cae el mundo encima. ¿Cuándo y cómo ocurrirá? En función de la suerte y astucia de cada uno. Droga sí, droga no. Hoy sí, mañana no. Depende, por ejemplo, del sonrojo y las vergüenzas públicas provocadas por el magnífico reportaje con foto que publicó este periódico. Hay que salir a la calle con ojeador, pero pensando siempre que nosotros somos la caza.

Mientras discutimos el significado y alcance de la autonomía universitaria, catorce catedráticos de la Miguel Hernández tienen que pedir amparo al presidente de la Generalitat por el 'clima de miedo' y 'degradación' de la institución, cuya autoridad máxima es el rector Jesús Rodríguez Marín. Es una noticia, repetida varias veces en la prensa valenciana, donde la inestabilidad de las nor-mas alcanza al sistema educativo.

La lista es interminable. Observamos los menores gestos de nuestros gobernantes para adivinar sus inclinaciones y estados de ánimo hacia un candidato, sucesor, heredero o delfín. Terminamos pensado que todo depende del padre, que nosotros no votamos, que estamos inmersos en un autoritarismo irregular. Hoy quiero a uno, mañana a otro.

¿Por qué nos sorprende que los jóvenes prefieran ser funcionarios a un contrato en la empresa privada? Quieren estar cerca de la administración, de la superioridad, en la que no confían y a la que tampoco aprecian, pero saben que es más seguro observarla de cerca que sufrirla de lejos. La independencia del ciudadano es una buena meta para el futuro.

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