Diálogo, sí; pero según para qué
El contenido y la finalidad del diálogo son para la autora tan importantes como su realización
Desde hace ya varios meses, se está pretendiendo demonizar o deificar la palabra diálogo. Me parece un gravísimo error y para explicarlo utilizaré unas palabras que escuché la semana pasada a un miembro de una organización por el diálogo en un acto público. Esta persona decía que hace pocos años, la situación de Euskadi se podía definir como un conflicto con dos partes: una, la impositiva, ETA, y otra el Pacto de Ajuria Enea. En la actualidad, decía, la situación se puede describir como un conflicto en el que, por un lado, está la parte impositiva, ETA, por otro, la parte inmovilista, el Gobierno central, y, por otro lado, el resto de la sociedad que reclamamos la no-violencia, el diálogo y el derecho a tomar nuestras propias decisiones. Yo, como aquel señor, también creo estar en el lado de los buenos, cómo no. Sin embargo, las diferencias son tan grandes que creo que hay más lados en el paisaje que dibujó.
En primer lugar, ante la insistencia de presentar una coyuntura donde existen dos malos que se empeñan en mantenernos a todos en esta insoportable situación, creo que la realidad no es así. Comparto que la actitud de ETA es impositiva -y algunos calificativos peyorativos más-, y reconozco que me hubiera gustado que el Gobierno, especialmente durante la tregua, que fue cuando más margen de maniobra tuvo, hubiera mostrado una mejor disposición para solucionar el conflicto.
Sin embargo, no me parece justo poner en el mismo plano, con el mismo grado de maldad, de responsabilidad, a quienes asesinan y a quienes, según mi parecer, cometen errores políticos en repetidas ocasiones. Así pues, creo que es imprescindible que se hagan estos matices, al menos en público, porque se corre el riesgo de equiparar responsabilidades y de terminar pensando estupideces, como que ETA asesina por culpa del PP o que este partido es quien está provocando lo que está ocurriendo. No señor, ETA mata porque es lo único que sabe hacer y de eso vive y ahí está su fuerza; y sólo ella es responsable de las trágicas consecuencias de sus acciones.
En segundo lugar, se pretendió meter en el mismo saco a quienes ni apoyamos a ETA ni al Gobierno central; y, no señor, en este tercer grupo hay grandes diferencias, porque sí es verdad que se defiende el diálogo, pero ¿qué diálogo? Hay personas que apuestan por defender un diálogo que facilite la consecución de conquistas políticas en aras de conseguir la paz en Euskadi. Este es un mensaje que, de tanto repetirlo, ha calado en una parte de la sociedad vasca y, desde mi punto de vista, constituye un grave error. Es un error porque concede valor y eficacia a la violencia.
Si con la violencia se logra algo, ¿quién va a poder parar a cualquier otro grupo armado que tenga la seguridad de que, tarde o temprano, conseguirá lo que persigue? Si damos la razón a quienes usan la violencia, si les damos razones para que continúen con ella, estaremos renunciando a la libertad, a la democracia y a la convivencia en paz, porque la violencia se convertirá en dueña y señora de nuestra forma de organizarnos y de relacionarnos. Por ello, creo imprescindible aclarar que este tipo de diálogo, a mí al menos, no me vale.
Sin embargo, en este mismo lado hay gente que pensamos que esto no quiere decir que no haya que dialogar, que haya que demonizar el diálogo como algunas personas se empeñan en hacer. ¿Alguien puede concebir el ejercicio de la política sin diálogo entre los partidos? Me quedo con la postura de Gesto por la Paz que denuncia tanto a quienes defienden un concepto de diálogo finalista, para terminar con la violencia, como a quienes lo rechazan precisamente por la persistencia de ésta.
El diálogo es una forma de relacionarse con los demás. Precisamente, por su naturaleza contrapuesta a la violencia, constituye la forma en la que se funda la convivencia pacífica Por eso es necesario e imprescindible para llegar a acuerdos, para avanzar, para relacionarnos, para compartir, para crear. Para reconocernos y reconocer que la mayoría estamos en contra de la violencia y, precisamente por eso, usamos la palabra.
Es necesario, más aún, porque existe la violencia. Porque si hay una verdadera enemiga de la palabra, esa es la violencia que la pretende callar.
Isabel Urkijo es miembro de la coordinadora Gesto por la Paz.
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