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ELECCIONES EN ISRAEL

Aquí nadie ha ganado las elecciones

Si se pudieran emitir votos negativos, los dos candidatos de estas elecciones israelíes tendrían un éxito notable.

Esa dejación del entusiasmo electoral se ha expresado con una abstención récord. Por todo ello, el verdadero vencedor de estos comicios sería un candidato invisible que pudiera acumular los votos en contra de los dos rivales, aquéllos que votaron a Ehud Barak para que no ganara Ariel Sharon y los que votaron a Sharon para que no repitiera Barak.

La paradoja de estas elecciones es que muy poco personal ha votado por el ultra ex jefe de comandos porque quisiera que ganase. Su partido, el Likud, tiene 19 escaños en un Parlamento de 120, y apenas ése sería su fragmento de sociedad, porque fuera del Likud nadie quiere a Sharon: los partidos religiosos que han contribuido a su victoria, votan como quien va a una subasta, en la que el candidato que subvenciona más es el que se lleva el voto al agua; centristas, moderados y público no alineado en general es muy poco probable que se haya decantado por el anciano militar, salvo si se trataba de votar contra el laborista Barak. Y, aun, muchos lo han hecho con la esperanza de que pueda formar gobierno de coalición con sus rivales, de forma que, en vez de tener un primer ministro que no quieren, ni uno ni otro, tengan un compuesto en el que los dos se neutralicen: la dureza de Sharon con el plan de paz de la izquierda, ya que no con el propio Barak, del que alguien ha dicho que 'es un aprendiz que está haciendo la carrera a nuestra costa'.

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Este país, sin embargo, está lleno de Barakistas sin Barak, y la propia campaña de Sharon así lo ha estado reconociendo en su mensaje al elector, que podía resumirse en un vergonzante no es tan malo como parece.

Se ha repetido hasta la saciedad que el presidente palestino Yasir Arafat es el que ha destruido a Barak (cuyo futuro consistirá probablemente más en tocar el piano, es un consumado pianista, que en porfiar en la política) con su Intifada 2 y su ceguera al rechazar la oferta israelí de julio en Camp David: casi todos los territorios, retazos de Jerusalén y algún derecho sobre los lugares santos musulmanes en la Ciudad Santa. Pero, lo que no parecen ver incluso reputados expertos israelíes es que los palestinos, si no prefieren, sí van a instrumentalizar un gobierno Sharon como no podían hacerlo con Barak. Si la opinión palestina está convencida, y lo está, de que la oferta laborista no era suficiente porque no contemplaba el regreso de ningún contingente serio de refugiados, no sirve de nada que lo que quepa esperar de Sharon sea peor. Si es que no, es que no, y ese no luce mucho mejor para la causa palestina con la efigie de Sharon que con la del, también general, laborista. Con Sharon como enemigo, calculan los de Arafat, por lo menos la batalla diplomática está ganada.

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Así terminan los 21 meses de gobernación de Ehud Barak en la confusión y la recriminación. Con poco más de un solo Barakista convencido en todo Israel, él mismo, que no sin alguna razón considera que ha tenido el valor de dinamitar más de un correoso tabú. Como Moisés ha visto la tierra prometida de la paz. Pero aún falta toda una caminata.

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