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Los ejecutivos de Ford marginan al heredero del gigante automovilístico

Enric González

William Clay Ford Jr., bisnieto de Henry Ford, fue educado para dirigir la empresa familiar. Siempre hubo un Ford al frente del negocio hasta que su tío, Henry Ford II, se retiró hace casi 20 años y cedió el control a un gestor profesional. Desde ese momento, William acumuló conocimientos y experiencia, recorriendo las principales divisiones de la firma automovilística hasta alcanzar la dirección del comité financiero del consejo de administración, uno de los puestos clave de la casa.

En 1999 se le consideró suficientemente preparado: su padre, sus tías y sus primos delegaron sus acciones en él, lo que le proporcionó el 40% de los votos en las juntas de accionistas y una posición imbatible, y le nombraron presidente, venciendo la oposición de Alexander Trotman, el profesional que ocupaba el puesto. Jacques Nasser fue nombrado director general y presidente ejecutivo.

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Poco a poco, Nasser se ha hecho con el control. Y William Clay Ford ha ido quedando al margen, hasta el punto de que ni Nasser ni el grupo de vicepresidentes se molestan ya en informarle sobre la gestión cotidiana de la empresa.

El malestar de William Clay Ford Jr. se reflejó ayer en las páginas de The New York Times, que se hacía eco de su aislamiento citando a fuentes 'muy cercanas' al heredero de la dinastía automovilística. Ford intentó en otoño minar el poder de Nasser creando un nuevo cargo, el de jefe de operaciones, pero el máximo ejecutivo y sus vicepresidentes bloquearon la maniobra. Cuando la crisis de Firestone engulló al fabricante automovilístico, cuyo modelo Explorer calzaba neumáticos defectuosos, los ejecutivos se colocaron en primera línea: fueron Nasser y sus colaboradores quienes declararon ante la comisión investigadora del Congreso, y fueron ellos quienes aparecieron casi cada día en los informativos de televisión.

William tuvo que concentrarse en la gestión de los Detroit Lions, el equipo de fútbol americano propiedad de la familia, hasta que pasara la tormenta de los neumáticos. Esperaba reaparecer con motivo de los festejos en homenaje al nuevo presidente, George W. Bush, pero un accidente de esquí se lo impidió. Ahora, la agenda de trabajo del presidente de Ford, un gigante mundial con 335.000 empleados, está casi en blanco.

La familia Ford no puede quejarse de Nasser. La compañía gana dinero, pese al bajón del sector en Estados Unidos. Pero resulta extraño que la empresa utilice tan poco a su presidente, un hombre cuya imagen pública es mucho mejor que la de Nasser. 'Se le podría aprovechar más, aunque sólo fuera como relaciones públicas', opina Stephen Girsky, el analista de Morgan Stanley.

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