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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Postrado Ecuador

Ecuador no acaba de enfilar un camino despejado pese a que su situación actual sea mejor que la de hace un año: el PIB se desplomó en 1999 más de un 7% y la mayor parte de su sistema financiero se vino abajo, arrastrando consigo a la moneda nacional, el sucre. Cuando la esperanza ganaba un respiro con la subida de las exportaciones petrolíferas y los 2.000 millones de dólares en créditos gestionados por el FMI, el presidente, Gustavo Noboa, afronta un nuevo levantamiento de campesinos indígenas que recuerda al que estuvo en el origen del golpe militar incruento que destronó a su predecesor, Jamil Mahuad.

El motivo de la protesta campesina, que se produce con el ritual de corte de carreteras, ocupación de centros oficiales en Quito y represión militar, son los recientes aumentos de precio de los combustibles y el gas de uso doméstico, en los que había insistido el FMI como condición de su ayuda. Noboa decretó a finales de la semana pasada el estado de emergencia nacional tras fracasar el primer intento de diálogo entre el Gobierno y los representantes de los indígenas, desesperadamente pobres para hacer frente a la retirada de subsidios a estos productos básicos.

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El presidente ecuatoriano completó con muchas dificultades en septiembre pasado la dolarización del país andino, al que se vaticinaba este año un crecimiento del 2%, aupado por ese frágil marco de bonanza petrolífera y ayuda internacional. Pero su posición, ya frágil por carecer de mayoría parlamentaria, se hace más insostenible por la nueva revuelta indígena y la hostilidad hacia su plan de reforma económica, declarado además parcialmente inconstitucional.

El verdadero problema de Ecuador, irresuelto en las dos últimas décadas, es el de su bloqueo político, que ha impedido sistemáticamente las reformas y alimentado una inestabilidad creciente. Noboa, llegado al cargo de forma accidental, es el sexto presidente en cinco años. Esta inconsistencia, la lucha de facciones y la falta de un proyecto de Estado digno de ese nombre asustan a los inversores internacionales, imprescindibles para su despegue. Y la dolarización en sí misma no crea riqueza sin un marco estable. La resultante es que el nivel de vida de los ecuatorianos está en las cifras de hace veinte años y que centenares de miles buscan alivio a su drama fuera de su país, muchos de ellos en España.

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