La ley con copla entra
Una profesora de la UNED imparte un curso de Derecho de Familia basándose en casos que aparecen en la canción española
La copla le asaltó desde la radio mientras se dirigía en coche a la sede de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), de donde es profesora. Rosa Peñasco, doctora en Derecho, iba a explicar ese día en clase las diferencias entre hijos legítimos e ilegítimos en el anterior Código Civil. 'Sabes que tienes un hijo y ni el apellido le vienes a dar', oyó de pronto. Prestó atención y descubrió en la letra de Y sin embargo te quiero los inconvenientes que sufría el hijo ilegítimo. Luego escuchó La otra y halló una definición jurídica inesperada: la otra era la que 'a nada tiene derecho'. Por no llevar un anillo 'con una fecha por dentro'.
Peñasco siguió buscando equivalencias entre la copla y el Derecho de Familia. No era devota del género: 'Lo asociaba a la posguerra y la dictadura'. Pero se entusiasmó al ir recopilando letras, y ahora imparte este saber en un curso de la UNED para estudiosos del Derecho y no especialistas, a los que se les da un diploma y los créditos correspondientes. También ha publicado en Alianza el libro La copla sabe de leyes.
Refleja los derechos de la mujer: cuando necesitaba permiso paterno para cambiar de estado
'Tanto el Derecho como la copla vienen del pueblo; son la voz del pueblo', sostiene. La copla no sólo es ley, sino pasión, pero Peñasco analiza las letras que tienen su reflejo en el Código Civil, eludiendo las más violentas, ésas que incitan al homicidio y entran ya en el Código Penal. 'La copla se asocia al periodo que va entre los años treinta y cincuenta, pero muchas letras son más antiguas', añade.
En los años finales de la República florecen Mi jaca o el popular 'Anda jaleo, jaleo, jaleo, ya se acabó el alboroto y ahora empieza el tiroteo'. La agitación y la politización se aprecian en este canto a la natalidad militante: 'Nuestros hijos nacerán con el puño levantado'. O en coplillas que apuntan cierta igualdad hombre y mujer, de modo que el amor es 'enseñarte lo que sé, aprender lo que tú sabes, ser el uno para el otro, la cerradura y la llave'. Luego, la guerra inicia un paréntesis desolador: 'Tengo un hermano en los rojos y otro en los nacionales, los dos se matan a tiros y la que llora es mi madre'.
Los derechos de la mujer tienen su espejo en la copla. La mujer necesitaba el consentimiento paterno para cambiar de estado, y persistían los matrimonios arreglados, como denuncia Pepe Pinto en 'Casamiento a la fuerza por convenio de familia, es de mala consecuencia'. El castigo social para los que tenían hijos fuera del matrimonio se expresa con desgarro en Con los bracitos en cruz: 'Si tienes un apellío, la culpa es mía na más, porque perdí mis sentíos una oscura madrugá', se lamenta la madre ante el hijo ilegítimo.
La doble moral se atisba en Triniá, Triniá : 'Qué tienes en la mirá, que no me pareces buena, Triniá, ay Trini, mi Trini, mi Triniá'. Y todo por el 'maldito parné', que incita a la mujer a buscar el buen partido frente al amor: 'Y con el brillo de los diamantes, la sevillana quedó cegá, y entre los brazos de aquel amante, murió de pena la Triniá'. Como contrapunto, se enaltecen los oficios humildes pero honrados. Es el momento estelar de 'Antonio Vargas, no lo hubo más bueno, más noble y más honrao'. Y se canta Yo soy minero o Tengo un novio aceitunero.
El marido fijaba el domicilio y la mujer lo seguía: 'A tu vera, siempre a la verita tuya'. A cambio, él era muy hombre y se portaba como tal: 'Tú tendrás mientras yo viva un hombre que te comprenda, unos ojos que te lloren y un macho que te defienda'.
Una sola voz frente al sacrosanto matrimonio, por el que el marido se adueña de la mujer: 'Yo de vestidos no entiendo, pero ¿de veras te gusta ése que te estás poniendo? Tan fino, tan transparente, tan escaso y tan ceñido, que a lo mejor por la calle te vas a morir de frío'. Ése es el preámbulo de 'María Manuela, ¿me escuchas?'. Y concluye así: 'Anda, cambiate de ropa, mientras me tomo una copa'.
En Los peregrinitos, rescatado por García Lorca, asoma la endogamia sentimental de la época. 'Hacia Roma caminan dos peregrinos', dice la copla. Van a pedir dispensa al Papa para casarse 'porque son primos'. El primo era un pretendiente más, sobre todo si había herencias por medio: 'María Antonia, María Antonia, tú no sabes lo que has hecho, olvidar a un primo hermano para querer a un forastero'. Pero la verdadera deidad del parentesco es la madre, o la mare. Es la base de la existencia. Con razón en Romance de valentía se dice que era tan pobre que 'no tenía una madre'.
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