_
_
_
_
CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Telefónica

Juan José Millás

Ese día no me tomé el Valium, pese a lo cual escribí sin problemas un artículo que coloqué en el correo electrónico. A continuación di la orden de envío. El ordenador me dijo que no podía establecer la conexión con el servidor. Me lo dice muchas veces, pero bajo los efectos del Valium no me parece grave. Pobre servidor, me digo; habrá ido al baño, lo intentaré más tarde. Es cierto que a veces lo intento 18 veces en 15 minutos, porque en el periódico no pueden esperar a que el servidor haga sus cosas. Pero si se echa la hora encima envío el artículo con un mensajero analógico y aquí paz y después gloria. Un poco de humanidad con los servidores, ¿no?

Este día que digo, quizá porque no había tomado el Valium, me hice una pregunta rarísima para los niveles de sumisión habituales. ¿Me cobra Telefónica esta conexión, aunque no haya sido capaz de darme el servicio para el que me he conectado? Decidí averiguarlo y llamé a Terra, donde, después de algunas pesquisas, me dijeron que sí, que me cobraban casi 15 pesetas sólo por el hecho de haberlo intentado. Esto es, me dije, como si yo entrara en una tienda de ultramarinos a comprar un paquete de harina y me dijeran que no hay, pero que tenía que pagar unas pesetas por la buena voluntad que habían puesto en despachármela.

Dado que estaba completamente lúcido, no me lo podía creer, de modo que decidí llamar al gabinete de prensa de Telefónica para que me lo confirmaran. Marqué, pues, el 1003 y rogué que me dieran el número de teléfono del gabinete de prensa. El teleoperador hizo unas gestiones y me dijo que como gabinete de prensa no venía nada. 'Pues no sé', respondí, 'a lo mejor tiene otro nombre, pero usted, que trabaja en Telefónica, me lo sabrá decir'. 'Yo no trabajo en Telefónica', respondió, 'sino en el servicio de información de Telefónica'. Me pareció una salida digna de Groucho Marx, pero lo atribuí a los bajos niveles de diacepam en sangre, por lo que realicé tres ejercicios respiratorios indicados para los estados de ansiedad y le pedí con humildad que intentara echarme una mano de todas formas. Me la echó dándome un teléfono que, según él, correspondía a la centralita de la empresa. Llamé y me respondió el sonido característico de un fax. Más ejercicios respiratorios y vuelta a llamar al 1003.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Responde ahora una señorita muy amable que tampoco es capaz de dar con el número de teléfono del gabinete de prensa de su propia empresa y me dice que si conozco la dirección. '¿Que si conozco yo la dirección del gabinete de prensa de su empresa?', digo, recordando con nostalgia la indiferencia budista de mis días de Valium. La chica parece hacerse cargo del disparate y continúa investigando por su cuenta. Me da al fin un teléfono. Pero antes de usarlo llamo a mi psiquiatra y le pregunto si está seguro de que ya puedo dejar de tomar el Valium. 'Naturalmente que sí, Juanjo, estás muy bien', me responde eufórico. 'Es que sin Valium lo veo todo muy absurdo', respondo yo. 'Y qué quieres', contesta él como diciendo que tengo que adaptarme.

Llamo, en fin, al nuevo teléfono y me dicen que ése es, en efecto, el número de teléfono del gabinete de prensa de Telefónica, pero de Telefónica Internacional. Como mi consulta es nacional debo llamar a otro número que me dan con diligencia. Llamo diligentemente a ese número y un contestador me informa de que la Dirección de Comunicación ha cambiado de teléfono. ¿Cómo es posible, me pregunto, que el gabinete de prensa internacional no tenga noticias de este cambio? Me dan ganas de llamar para advertírselo, pero me estoy volviendo malo y pienso para mí: que lo averigüen por su cuenta.

Bien, tomo nota del número que me facilita el contestador y marco. Me responden. Pregunto si es el gabinete de prensa nacional y me dicen que sí. Digo lo que quiero y me contestan: 'Pues no sé decirle, porque las chicas están reunidas'. '¿Qué chicas?', pregunto yo con estupor. 'Las chicas de prensa', me responde la voz. Digo que bueno, que gracias, y dejo mi teléfono para que las chicas me llamen cuando dejen de reunirse. Al rato, me llama una sola y al principio no recuerdo qué es lo que quería consultar, pero hago un ejercicio nemotécnico y me viene a la cabeza. 'Imagínate', le digo, 'que entro a comprar un paquete de harina a una tienda de ultramarinos y que el tendero me dice que no le quedan, pero que me tiene que cobrar 14 pesetas por el hecho de haber pisado su establecimiento. ¿Es eso lo que me ocurre cuando intento poner un correo electrónico y mi servidor no se encuentra disponible?'. 'Me temo que sí', confiesa un poco avergonzada.

Desobedeciendo las instrucciones del psiquiatra, me tomé un Valium grande y ahora me parece normal que me cobren, que no funcionen, que los empleados de Telefónica no sean empleados de Telefónica. Sólo echo de menos que no vengan a casa a azotarme. Pero es que me he vuelto muy cómodo. Lo lógico sería que pidiera hora.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_