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Reportaje:

La última batalla de Nkosi

Suráfrica asiste conmovida a la agonía de un niño de 11 años con sida, símbolo de la lucha contra la enfermedad

Nkosi Johnson cumple 12 años el próximo 4 de febrero. Si vive para entonces, será su último cumpleaños. Estos días, surafricanos de todas las razas ya están de luto por él. En la guerra contra el sida, nadie lo ha tenido peor que él. Nació como Xolani Nkosi en un barrio pobre al este de Johanesburgo. No conoció a su padre. Su madre, Nonthlanthla Daphne Nkosi, estaba contagiada y transmitió el virus al hijo antes de que naciera. Se convirtió en parte de la estadística: uno más de los 70.000 niños nacidos seropositivos cada año en Suráfrica.

Pero Xolani era un luchador y sobrevivió hasta su segundo cumpleaños, algo poco frecuente en niños infectados. Cuando la enfermedad comenzó a minar la fortaleza de su madre fue aceptado, junto a ella, en un atestado centro en el que se cuidaba a enfermos de sida de Johanesburgo. Fue allí donde Gail Johnson, una voluntaria, vio al niño zulú de ojos grandes y a su decaída madre. Ella se estaba muriendo y él vivía un tiempo prestado. 'Fue un entendimiento mutuo y muy personal', dice Johnson. 'Yo tuve un encuentro muy real con la muerte por el sida en mi familia y quería hacer algo más que hablar de ello. Y allí estaba Nkosi. Todo lo que tenía que hacer era irme hasta él'.

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Su madre estuvo de acuerdo enseguida con que Johnson fuera la madre adoptiva de Nkosi. Ya como Nkosi Johnson pasó a tener un hogar en un bonito barrio de Johanesburgo y un amplio círculo de amigos en el asilo Nkosi, un centro de ayuda a enfermos de sida fundado por Gail Johnson. Nonthlanthla Nkosi murió en 1997. Ese mismo año, Gail y Nkosi ganaron otra batalla distinta. Cuando intentaron la matrícula en un colegio se opusieron algunos padres porque era seropositivo. Johnson pleiteó y ganó, por lo que Nkosi fue a la escuela.

Esa pelea convirtió al niño en un personaje de relevancia nacional en la lucha contra la estigmatización causada por el sida. A partir de entonces se pidió a todos los departamentos educativos del país que pusieran en marcha otra política distinta. Su gran momento fue el pasado mes de julio, cuando se dirigió a los delegados presentes en la Conferencia Internacional sobre el Sida de Durban.

Con su delgada figura vestida con un traje oscuro y zapatillas deportivas, sujetando nervioso un micrófono inalámbrico, Nkosi, de sólo 11 años, transportó a una audiencia de 10.000 delegados que le escuchó en silencio, y en ocasiones con lágrimas, y contó la historia de su nacimiento y su vida. 'Por favor, ayuden a los enfermos de sida', dijo, 'apóyenlos, ámenlos, cuídenlos'. Ese mismo año lanzó el mismo mensaje en la Conferencia sobre el Sida de Atlanta. 'Es triste ver a tanta gente enferma', confesó. 'Ojalá todo el mundo pudiera estar sano'.

Aunque posiblemente es el niño enfermo de sida que más ha sobrevivido a la enfermedad en Suráfrica, Nkosi no se encontraba bien cuando regresó de su viaje a EE UU el pasado mes de octubre. Tuvo unas tranquilas navidades y después enfermó. Se le diagnosticó un fallo cerebral, sufrió varios ataques y cayó en un estado semicomatoso. Pero se aferra a la vida. 'Mírenle', declaró Johnson a un periódico local. 'Es la mitad de nada y sigue luchando'.

La historia de Nkosi ha galvanizado a los luchadores contra el sida. Con al menos uno de cada 10 surafricanos seropositivos, el país afronta un desastre sanitario que golpeará más fuerte a las comunidades negras pobres y populosas. Nkosi dijo una vez que le hubiera gustado ser blanco, porque nunca vio ponerse enfermo a un hombre blanco. Ya el doctor Zola Skweyiya, ministro para Desarrollo Social, advirtió el año pasado de que la epidemia del sida podría hacer de los negros una minoría en su propio país.

Con toda la miseria que ha tenido que sufrir Nkosi, ha sido uno de los afortunados, afirma Johnson. 'Fue aceptado y fue amado'. Entre los que llamaron a la puerta de Johnson la pasada semana había compañeros de colegio cuyos padres les habían advertido de que no se acercaran mucho al niño. Los colegas del asilo Nkosi también echan de menos al pequeño, que organizaba el juego de policías y ladrones, y que siempre quería hacer de jefe de los policías. Ha habido aportaciones económicas que permitirán la apertura de un segundo asilo Nkosi en un barrio de Johanesburgo este mismo mes. El nombre de Nkosi, que en zulú significa Señor o Rey de Reyes, pervivirá.

© Time.

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