Barcelona, una feria urbana
Debemos empezar diciendo que el recinto ferial de Montjuïc 2, situado en las ciudades de Barcelona y L'Hospitalet, es un recinto urbano. La apuesta por recintos de este tipo también la han hecho otras ciudades europeas, como Francfort, Milán, París (Paris-Expo), Düsseldorf, Bolonia y Burdeos; por el contrario, otras ciudades, como Birmingham, Lyón, Múnich y Madrid, y también París (Paris-Nord), han optado por recintos situados en el extrarradio de la ciudad, es decir, por recintos no urbanos. Es conveniente destacar este hecho diferencial porque difícilmente se pueden plantear comparaciones entre dos modelos tan radicalmente diferentes: uno opta por permanecer en las fronteras de la ciudad y el otro busca su ubicación fuera de ella.
Cada una de estas opciones tiene sus ventajas e inconvenientes. Así, se apuntan como ventajas de la instalación en el extrarradio la mayor disponibilidad de terreno, el menor coste del suelo y la mayor accesibilidad con transporte privado. En cambio, las ventajas del recinto urbano, que suele tener una menor disponibilidad de terreno y un mayor coste, son la posibilidad de facilitar el crecimiento en zonas deprimidas, el transporte público como medio más cómodo de comunicación y el efecto expansivo sobre la economía de la ciudad, pues los consultores internacionales aseguran que el gasto inducido por una actividad ferial urbana es superior al de una actividad no urbana (en esta última hay más gente de paso y, por tanto, menos pernoctaciones). Dicho esto, es comprensible la apuesta de la Fira de Barcelona por un recinto urbano. Aunque la inversión sea importante y las posibilidades de crecimiento no son infinitas en el polígono Pedrosa, ¿puede imaginarse la continuidad del recinto ferial de Montjuïc 1 en la plaza de Espanya si la opción elegida hubiese sido ubicar el recinto ferial a 20, 30 o 50 kilómetros de distancia? Seguro que en pocos años la actividad ferial dejaba de existir al pie de la montaña; por eso, situar el nuevo recinto a sólo 2,5 kilómetros del primero ayuda a reforzar la función que Montjuïc tiene para la ciudad y permite una complementariedad que ningún competidor va a tener en Europa.
El reciente acuerdo institucional al que se ha llegado por la generosidad de todos los implicados en lo que se ha dado en llamar la 'refundación' de la Fira de Barcelona permite, sin duda, ser mucho más ambiciosos de lo que hemos podido ser hasta hoy. Una presencia más significativa en primera línea de la Gran Via, la solución arquitectónica correcta para la conexión con el paseo de la Zona Franca y una mejora de las comunicaciones entre los dos recintos son las tres asignaturas pendientes.
Si logramos resolverlas con éxito, la Fira continuará siendo un motivo de orgullo para todos los catalanes y enterraremos definitivamente los discursos pesimistas que tanto daño hacen a nuestro país.
Jordi Oliveras es economista.
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