Tabarca
Una famosa canción de Maria del Mar Bonet, titulada Les illes, describía a Sa Dragonera como una isla pequeña que unos hombres pretendían destrozar. Los intentos de urbanización de este islote, situado al suroeste de Mallorca, provocó hace unos años una de las movilizaciones ciudadanas más impresionantes de la historia reciente de la mayor de las Baleares. El pulso despiadado entre los ecologistas y la izquierda mallorquina, de un lado, y los constructores y la derecha de las islas se saldó al final con una victoria para las tesis conservacionistas. Hoy, Sa Dragonera está libre de esos apetitos voraces, insaciables, que han convertido buena parte del litoral en un monumento a la codicia, al mal gusto y a la destrucción del medio ambiente.
Creíamos muchos valencianos que los peligros que representan los nuevos piratas del Mediterráneo habían sido conjurados también en el caso de Tabarca. Pequeño islote frente a la costa de Santa Pola, poblado en sus orígenes por cautivos rescatados de la Tabarca de Túnez -de ahí el topónimo-, pensábamos con nuestra temeraria ingenuidad que las leyes habían protegido esta zona desde hace mucho tiempo. Pero, una vez más, nos hemos equivocado y el dinero, el poderoso caballero, ha comenzado a mover de nuevo los hilos para machacar uno de los paisajes más singulares y bellos del País Valenciano. Pero lamentablemente los intentos de urbanización de Tabarca no suponen un hecho aislado. ¡Qué curioso que las amenazas sobre el islote alicantino coincidan en el tiempo con la aprobación del plan que destrozará la trama urbana del barrio de El Cabanyal! ¡Qué significativo que un antiguo alcalde de Benidorm presida la Generalitat en la época de mayor frenesí constructor que recuerdan estas tierras desde las décadas de los sesenta y setenta! Tabarca, pues, deviene un símbolo. Tanto es así que, si las grúas y las piquetas invaden ese precioso promontorio rocoso, los espacios naturales valencianos están condenados a la implacable lógica de un mercado que sólo venera los bloques de cemento.
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